domingo, 13 de septiembre de 2020

EL CLAMOR DE MIS ENTRAÑAS

Por:


 W A L T H E R

 

 Permítanme un exabrupto, permítanme una licencia sin que sea emboscado por las hordas puritanas del coro alabador y licencioso. Déjenme esbozar en pocas y osadas palabras lo que veo a mi alrededor, lo cual me avergüenza al punto de tomar desesperada distancia. Oigan integrantes del coro y preparen sus mejillas para el rubor. Apunten sus saetas de la impiedad ocultas en sus bóvedas craneales, alisten las flechas de sus más impúdicas palabras contra mí. Organícense cuales hienas salvajes sin Dios ni ley, que al igual que bestias, no saben pensar ni razonar cuando tienen hambre de carne fresca y sed de sangre tibia.

 Permítanme decir unas palabras antes de su alocada sentencia, sí, a ustedes cristianos, a las grandes mayorías desbordadas de fingida piedad, sí, a ustedes de la fe engañosa y destructora, a ustedes hermeneutas generadores de distorsión, a ustedes descendientes de Caín, amigos de Judas Iscariote e hijos de la princesa Salomé.  Permítanme decirles lo que pienso del cristianismo contemporáneo, de esa santa religión que ustedes han fermentado y prostituido. Permítanme antes de mi condenación final, confesar públicamente mi parecer respecto a su nueva teofanía, permítanme por piedad, referirme audazmente a la naturaleza de los restos degradados de lo que ustedes llaman iglesia.

Permítanme elevar una voz de protesta por amor a las emborrachadas almas, permítanme imitar al Bautista previa decapitación. Déjenme legar al mundo lo que ya no soporto en el corazón. Mi anhelo de justicia va más allá de consideraciones personales, mi mente no puede sino evocar los suspiros de aquellos que mueren día a día en las mugrientas manos de su coro chillador. Oigo un barullo, gritos de auxilio yacen suspendidos en la atmósfera nocturna, sólo si después de medianoche se concentras en la oscuridad y miran al cielo, reconocerán en cada estrella una lágrima anónima que ustedes han provocado.

El cristianismo actual no es más que un gran movimiento universal de impiedad institucionalizada que se extiende como gangrena y tiene como fin la destrucción total de los restos aún agónicos de cristianismo primigenio. La iglesia contemporánea se ha constituido en un repelente eficaz para alejar a la sociedad de Jesucristo. Si la iglesia pretende llevar al mundo a los pies del Salvador, debe ella convertirse primero al Dios que profesa. El discurso cristiano de hoy no es más que un gran eructo mal oliente que impregna de hipocresía a una sociedad enferma, los cristianos que beben leche rancia de sus vacas sagradas en cada reunión, no son más que enfermos terminales queriendo sanar enfermos crónicos. Las instituciones/empresas religiosas son colosales elefantes blancos dentro de las cuales se hallan los más profundos abismos marinos donde mora el gran Leviatán.

El clamor de mis entrañas es: ¡Salgan estrellas de Dios! Tracen los cielos como lluvia desaforada de aerolitos fugaces e iluminen la tierra con su luz, sean libres y hermosas. ¡Salgan almas del Señor! Hay un universo que recorrer, planetas que circundar, una eternidad por conocer y un Pastor que seguir…

Ahora sí, coro alabador y licencioso, integrantes ilustres de la sinagoga, pueden dejar caer sus piedras sobre mi cuerpo. Ahora sí, directores de conciencias, es hora de encender la hoguera. He dado la postrera amonestación, mi mente está en paz. Señor, a ti entrego mi espíritu.