viernes, 12 de agosto de 2022

DE CRISTIANO A CREYENTE V



Por:


W A L T H E R


Me he planteado la posibilidad real de disociar real y permanentemente la experiencia de fe en Jesucristo y la actual comunidad de creyentes así llamada iglesia cristiana. Y lo he pensado como resultado no de una caprichosa ocurrencia, sino por la observación de mi entorno, los cuales insisten en confirmar mis planteamientos, además, por mi experiencia personal, por cuanto soy creyente y me he relacionado por años con personas y comunidades de fe. Sí, creo en la disolución total del vínculo hasta ahora considerado inquebrantable.

Es así como me formulo la siguiente pregunta. ¿Es posible vivir en la fe de Jesucristo sin relación con el cristianismo de hoy? De buenas a primeras la pregunta parece desafiante, absurda e inútil, sin embargo, creo ser la voz de miles de almas que se preguntan lo mismo y/o asumen ésta pregunta como una realidad práctica e incluso necesaria de plantear en su vida. Mi respuesta es un rotundo y esperanzador sí, si es posible. Si es posible desatar los fuertes nudos que creíamos insuperables. La nueva y última libertad en Cristo si es posible, y más aún, imperiosamente necesaria, por sanidad mental y bienestar socio/espiritual.

¿Si hablo de desatar nudos para lograr la ansiada libertad, debemos asumir que estamos en esclavitud? Según logro analizar no sin dificultad, sí, estamos atados, sin libertad. Y distingo tres segmentos de afectados. Primero, quienes nos hemos percatado de la situación, debemos sanar heridas y recuperar tiempo perdido, luego quienes yacen en la celda de la sospecha o en la caverna de la alegoría de platón, y por último los que ni se dan por enterados de su realidad, por haber normalizado en sus experiencias religiosas la servidumbre.

Como quien debe explicar una metáfora o un acertijo, es que pretendo explayarme de una vez. Las ataduras, los nudos, las amarras y en consecuencia los estados de esclavitud se deben achacar única y exclusivamente al cristianismo mismo, personificado y materializado en la iglesia visible e institucionalizada. Ella es en consecuencia la productora de esclavitud, control y tinieblas. Es ella la que sume en el abismo a generaciones completas de almas que alguna vez buscaron desesperadas el bálsamo de la paz y el amor del Altísimo. Es ella que como filosa guillotina cercena miembros en sus asambleas y congregaciones. Es ella la que desparrama pestes e infecciones sobre una sociedad ya enferma. Es ella la que termina por rematar al moribundo pecador. Es ella el muro de Berlín entre los nudos de la esclavitud y la luz de la libertad, separando para siempre a generaciones completas, es ella la que ciega, desorientada y mundana produce en serie multitudes de personas desilusionadas, es ella la que destroza vidas a través de sus inconsecuencias, es ella la que perpetúa estructuralmente la hipocresía y la falsedad pública y privada, ella y solo ella le provocan nauseas a Jesucristo mismo y por eso ella es el hazme reír del mundo entero, sin poder ni sabiduría. Gracias al Alto y Sublime y por su sola misericordia que ya no soy parte de esta ralea perniciosa y vegetativa.

Es por eso, que sobre quienes hemos sido libertados por la verdad y la realidad, pende una responsabilidad ética, moral y religiosa para con quienes aún transitan por una alegórica experiencia de fe, y más aún, quienes de buena fe viven ilusionados y encantados militando en lo que ellos se figuran es la iglesia de Jesucristo en la tierra.

Debemos constituirnos en la vanguardia guía e iluminadora cual Moisés saliendo de Egipto. El desafío no será fácil, habrá capataces y amos que no querrán perder el control sobre sus siervos sin voluntad. Debemos ser educadores, padres y pastores, pero por sobre todo osados, fieros y nobles combatientes. Mediante la pluma y la voz dar la advertencia. El destino eterno de millones de almas depende de la decisión que hagan respecto de nuestra invitación a comprender su realidad, desatar los nudos y correr por su libertad.

Sí, la escisión es posible y necesaria. Quienes aún quieren mantener la vitalidad de la fe en el Cristo resucitado, quienes están resueltamente dispuestos a seguir al Cordero por donde quiera que él va, deben pagar un precio muy alto. Menosprecio, señalamientos, incomprensión y soledad.

Soltar amarras y alejarse de un cristianismo que no representa al Salvador, que no es sal de la tierra ni luz del mundo no es pecado ni debe generar remordimiento, sino paz, satisfacción y felicidad. La decisión de renovar y confirmar la fe en Jesucristo debe ir acompañada de un escape apresurado y sin mirar atrás, no deben haber consideraciones sociales o emotivas, sino una huida veloz fuera de la iglesia por la fe en Cristo. Se creyente sin el cristianismo, se discípulo sin la iglesia. Tú eres la iglesia, se sal y luz del mundo abriendo lo menos posible tu boca.

Postulo a la superación del actual cristianismo por la fe en Jesucristo. Planteo una estampida fuera de la iglesia antes que sea tarde, para entrar pronto en la renovada y elevada experiencia metacreyente siendo digno e idóneo miembro del cuerpo místico de Cristo.

 

“Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades”.

(Apocalipsis 18:4)