Por:
W A L T H E R
Me he planteado
la posibilidad real de disociar real y permanentemente la experiencia de fe en
Jesucristo y la actual comunidad de creyentes así llamada iglesia cristiana. Y
lo he pensado como resultado no de una caprichosa ocurrencia, sino por la
observación de mi entorno, los cuales insisten en confirmar mis planteamientos,
además, por mi experiencia personal, por cuanto soy creyente y me he
relacionado por años con personas y comunidades de fe. Sí, creo en la disolución
total del vínculo hasta ahora considerado inquebrantable.
Es así como me formulo
la siguiente pregunta. ¿Es posible vivir en la fe de Jesucristo sin relación
con el cristianismo de hoy? De buenas a primeras la pregunta parece desafiante,
absurda e inútil, sin embargo, creo ser la voz de miles de almas que se
preguntan lo mismo y/o asumen ésta pregunta como una realidad práctica e
incluso necesaria de plantear en su vida. Mi respuesta es un rotundo y
esperanzador sí, si es posible. Si es posible desatar los fuertes nudos que
creíamos insuperables. La nueva y última libertad en Cristo si es posible, y más
aún, imperiosamente necesaria, por sanidad mental y bienestar socio/espiritual.
¿Si hablo de
desatar nudos para lograr la ansiada libertad, debemos asumir que estamos en
esclavitud? Según logro analizar no sin dificultad, sí, estamos atados, sin
libertad. Y distingo tres segmentos de afectados. Primero, quienes nos hemos
percatado de la situación, debemos sanar heridas y recuperar tiempo perdido,
luego quienes yacen en la celda de la sospecha o en la caverna de la alegoría
de platón, y por último los que ni se dan por enterados de su realidad, por
haber normalizado en sus experiencias religiosas la servidumbre.
Como quien debe
explicar una metáfora o un acertijo, es que pretendo explayarme de una vez. Las
ataduras, los nudos, las amarras y en consecuencia los estados de esclavitud se
deben achacar única y exclusivamente al cristianismo mismo, personificado y
materializado en la iglesia visible e institucionalizada. Ella es en
consecuencia la productora de esclavitud, control y tinieblas. Es ella la que
sume en el abismo a generaciones completas de almas que alguna vez buscaron
desesperadas el bálsamo de la paz y el amor del Altísimo. Es ella que como
filosa guillotina cercena miembros en sus asambleas y congregaciones. Es ella
la que desparrama pestes e infecciones sobre una sociedad ya enferma. Es ella
la que termina por rematar al moribundo pecador. Es ella el muro de Berlín entre
los nudos de la esclavitud y la luz de la libertad, separando para siempre a
generaciones completas, es ella la que ciega, desorientada y mundana produce en
serie multitudes de personas desilusionadas, es ella la que destroza vidas a
través de sus inconsecuencias, es ella la que perpetúa estructuralmente la
hipocresía y la falsedad pública y privada, ella y solo ella le provocan nauseas
a Jesucristo mismo y por eso ella es el hazme reír del mundo entero, sin poder
ni sabiduría. Gracias al Alto y Sublime y por su sola misericordia que ya no soy
parte de esta ralea perniciosa y vegetativa.
Es por eso, que sobre
quienes hemos sido libertados por la verdad y la realidad, pende una
responsabilidad ética, moral y religiosa para con quienes aún transitan por una
alegórica experiencia de fe, y más aún, quienes de buena fe viven ilusionados y
encantados militando en lo que ellos se figuran es la iglesia de Jesucristo en
la tierra.
Debemos
constituirnos en la vanguardia guía e iluminadora cual Moisés saliendo de
Egipto. El desafío no será fácil, habrá capataces y amos que no querrán perder
el control sobre sus siervos sin voluntad. Debemos ser educadores, padres y
pastores, pero por sobre todo osados, fieros y nobles combatientes. Mediante la
pluma y la voz dar la advertencia. El destino eterno de millones de almas
depende de la decisión que hagan respecto de nuestra invitación a comprender su
realidad, desatar los nudos y correr por su libertad.
Sí, la escisión
es posible y necesaria. Quienes aún quieren mantener la vitalidad de la fe en
el Cristo resucitado, quienes están resueltamente dispuestos a seguir al
Cordero por donde quiera que él va, deben pagar un precio muy alto. Menosprecio,
señalamientos, incomprensión y soledad.
Soltar amarras y
alejarse de un cristianismo que no representa al Salvador, que no es sal de la
tierra ni luz del mundo no es pecado ni debe generar remordimiento, sino paz,
satisfacción y felicidad. La decisión de renovar y confirmar la fe en
Jesucristo debe ir acompañada de un escape apresurado y sin mirar atrás, no deben haber consideraciones sociales o emotivas, sino una huida veloz fuera de la
iglesia por la fe en Cristo. Se creyente sin el cristianismo, se discípulo sin la
iglesia. Tú eres la iglesia, se sal y luz del mundo abriendo lo menos posible
tu boca.
Postulo a la
superación del actual cristianismo por la fe en Jesucristo. Planteo una
estampida fuera de la iglesia antes que sea tarde, para entrar pronto en la
renovada y elevada experiencia metacreyente siendo digno e idóneo miembro del cuerpo
místico de Cristo.
“Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no
seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus
pecados han llegado hasta el cielo, y Dios
se ha acordado de sus maldades”.
(Apocalipsis 18:4)