martes, 13 de diciembre de 2022

LA AMÉRICA PRIMITIVA


 

ANÁLISIS Y PROPUESTAS BASADAS INTERGAMENTE

 EN LAS CLASES DICTADAS POR EL MAESTRO DON ÁNGEL SOTO 

(Chileno, Profesor de la Universidad de los Andes, Chile, Es Doctor en historia de la Universidad Complutense, Magíster en Ciencias Políticas de la Universidad Católica de Chile, autor de varios libros, etc...) 

Clases del 15 de noviembre de 2022 en Santiago de Chile



Por:

W A L T H E R

 

Hispanoamérica siempre ha estado entre mis inquietudes, siempre la he observado con ansiedad e impotencia. Mi impresión general, y sin asirme de ninguna ideología o discurso político, es que es un continente estancado. Sí, un continente hundido en el lodo, o al menos, en arenas movedizas, y esto lo expreso desde el sentido común y la simple observación histórica, no sólo respecto de mi país chile, sino del resto de países que son vecinos y más allá, Centroamérica toda. Quién no ha visto u oído de la miseria y subdesarrollo de el Salvador, Honduras, Guatemala o Cuba, ni que decir de Haití. Literalmente por décadas sólo nos enteramos de masivas emigraciones de centro americanos a Estados Unidos, Canadá o Europa. ¿Por qué? Y no sólo huyen de la miseria, sino también por la falta de oportunidades y libertad. Algo subyace en la misma naturaleza humana, que en algún momento de la existencia nos lleva a realizar reflexiones, a ésta sigue la comparación, luego la aspiración, terminando en frustración. Ésta frustración, mueve a la acción, pues desde el más capacitado profesional al más humilde ciudadano está inmerso en la búsqueda de la felicidad y prosperidad, o al menos estabilidad y tranquilidad social, económica y laboral que le permita lograr un estándar de vida que le dé una calidad de vida digna.

¿Pero qué sucede en Hispanoamérica? ¿Qué motiva que sea conocida como “el patio trasero” de Estados Unidos (país del primero mundo)? El gran Simón Bolívar antes de morir el 9 de noviembre de 1830 dijo: “La única cosa que se puede hacer en América (latina) es emigrar” o también ésta impactante frase del mismo prócer: “Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último periodo de la América...(latina)”. Y qué decir del calificativo de “república bananera” para designar especialmente a países centroamericanos, su corrupción, inestabilidad y limitada dependencia de la exportación de productos de bajo valor añadido.

Al recordar las entretenidas e ilustradas clases del gran profesor e historiador chileno Ángel Soto, donde hacía mención a algunas teorías que explicarían el retraso y la pobreza de los países, y lo hacía también formulando dos preguntas, la primera ¿Por qué américa latina es pobre? Y mencionaba algunas posibles razones de índole económica, política y geo estratégicas, luego afirmaba categóricamente que “lo natural, es que los países sean pobres”; y reiteraba, “el estado natural de los países es ser pobres”, para luego razonar que en realidad deberíamos reformular la pregunta (segunda pregunta) ¿Por qué los países son ricos?

Me permito reverentemente en éste breve ensayo contestar y exponer mi parecer respeto a éstas inquietudes y otras con sabor a desafío que presenta el profesor Soto. La categórica afirmación (o por lo menos así me pareció a mí) de que “lo natural, es que los países sean pobres”, en estricto rigor ningún país es pobre, desde los humildes recursos naturales que puedan tener, hasta el capital histórico-cultural que configuran sus particularismos, y que lo hacen ser lo que son, constituyen su riqueza, lo que he venido a llamar “la riqueza natural originaria”.  Otra cosa totalmente distinta es que esa riqueza natural y originaria sea irresponsablemente ignorada, desmantelada, extinguida o en el caso de la cultura, deconstruida por los mismos elementos humanos que deberían ser conservadores, custodios y buenos administradores de esa riqueza, en tal caso, podría considerar como correcta la afirmación de que “lo natural, es que los países sean pobres” en tanto y en cuanto se naturalice atentar contra esa riqueza natural y originaria, asumiendo como natural la pobreza de un país originalmente rico, despojándolo de su condición de riqueza original.

El razonamiento anterior me serviría para responder fácilmente a la segunda declaración de que “el estado natural de los países es ser pobres”, a lo cual replico, que el estado natural de los países es y seguirá siendo de una tremenda riqueza originariamente integral, por el sólo hecho de estar en su “estado natural” ya posee una riqueza intrínseca.

Las afirmaciones “lo natural, es que los países sean pobres” y “el estado natural de los países es ser pobres” pueden encontrar asidero en la realidad hispanoamericana, en la medida en que identifiquemos correctamente la variante que altera el estado de riqueza natural originaria de cada país. Y es a esa variante a la que quiero apuntar.

Si bien considero que la perspectiva con la cual el profesor presenta la situación hispanoamericana es eminentemente economicista, en sus análisis logra ampliar su mirada e incluso adentrarse en lo histórico y social, sin embargo, en mi modesta opinión no considera el gran factor que subyace en la esencia misma del persistente anquilosamiento continental, factor que es transversal al mismo ser-hispanoamericano, que en mayor o menor intensidad afecta por generaciones a todos los habitantes en cuestión, y es el cultural. En efecto, resulta ineludible hacer referencia a la “herencia cultural” con todo lo que eso implica en términos de cosmovisiones de la vida y la sociedad, y como éstas se enquistan en el ideario colectivo perpetuándose en el estilo de vida de generación en generación.

Para profundizar más en éste “factor cultural” que según mi perspectiva es la única y determinante razón por la cual Hispanoamérica es un territorio que sobrevive por siglos entre la barbarie y la esperanza, solo debemos remitirnos a nuestros descubridores, conquistadores y su origen cultural. ¿Podría incidir el factor cultural de tal forma que condene a un continente al fracaso? Creo que la respuesta a ésta pregunta está respondida por la misma evidencia empírica. No importa bajo que teoría política se administre un país, no importa la ideología que impregne la sociedad, ni el nivel de prosperidad que ésta alcance, Hispanoamérica comparte una misma idiosincrasia de esencia primitivista, transmitida de familia a familia, de tradición a tradición, de costumbres a costumbres que una y otra vez la volverán al punto de partida.

Para radiografiar la idiosincrasia y cultura Hispanoamérica y ver su genuina realidad, sería muy elocuente contrastarla con otra idiosincrasia y cultura que, a diferencia de la latina, ha resultado a través de los siglos mucho más productiva. Y ésta es la americana anglosajona, que hereda su cultura del norte de Europa, con fuerte raigambre protestante, principalmente calvinista, en contraposición a la latina de herencia hispánica y religión católica romana.

Efectivamente, la reforma protestante hizo un aporte invaluable de “rescate social” respecto del estancamiento en que las poblaciones europeas supersticiosas, ignorantes y sin aspiraciones se encontraban. Una Europa sin posibilidades de desarrollo y libertad. Una sociedad medieval sometida fuertemente a la estratificación social, sin desarrollo laboral y nula posibilidad de desplegar libremente proyectos de vida individual. El protestantismo vino a romper el Statu quo avalado y defendido por el romanismo, por fin las mentes recuperan su libertad de conciencia, de expresión y de religión. De ahí en adelante es historia conocida, las sociedades que adoptan el protestantismo lo que hacen es adoptar las ideas de la libertad en una amplitud de campos, incluido el científico, económico y el político, de ahí el comienzo del fin de la era de oscurantismo.

Desde el punto de viste económico, podemos señalar que éste ámbito se ve tremendamente reconfigurado por la introducción de lo que se llamó “la ética protestante del trabajo” entendido desde una perspectiva del “sacrificio”, “sacrificarse”, “esforzarse”, contraria a la idea parasitaria y anti cristiana de santificación de la pobreza y del ser pobre como virtud se deja atrás, comienza una revolución cultural que da nuevos aires a las aspiraciones individuales de prosperidad. Las nuevas revelaciones morales, éticas y religiosas derivadas de la lectura en idioma vernáculo de las sagradas escrituras crean en el individuo la idea genuina de respeto, temor y reverencia a Dios, se cultiva una disposición a la gratitud hacia la Divinidad y a la conformación de la vida cotidiana a los principios éticos en la convivencia social, de respeto por la dignidad humana, la propiedad privada y al sustento económico como resultado del propio esfuerzo. En otras palabras, se instalan valores fundamentales para una sociedad sana y libre como es la “meritocracia” y la igualdad entendida como igualdad de oportunidades. El paradigma laboral cambia radicalmente, ya no se trabaja necesariamente por obligación, ambición o necesidad, sino por vocación, porque se ama lo que se hace, porque es lo que quiero, y como fruto, pues soy eficiente y responsable. “el trabajo glorifica a Dios”. Ésta misma ética protestante incentiva el ahorro, y la mesura a la hora de gastar, con lo cual se instala el capitalismo que tanta prosperidad ha traído a las naciones que adoptaron ésta ética.

A diferencia de las sociedades que continuaron atadas a la oscuridad católica romana incluidas las hispanoamericanas que siguen culturalmente hasta hoy cooptadas con la idea de dependencia a los estamentos, de mirar a los prósperos como inalcanzables y de conformismo parasitario. Sin ahondar en las grandes diferencias entre estas sociedades respecto a su nivel educacional y científico que en países protestantes desde el siglo XVI se disparan de manera exponencial. En definitiva, el protestantismo viene a gatillar la libertad humana frente a la esclavitud y tinieblas papistas. He aquí, en éste trance histórico, donde localizo el germen del fracaso hispanoamericano, en principios, valores y visiones contrarios a la ética del trabajo y a la libertad, es una región culturalmente primitiva. Con esto doy respuesta a la primera pregunta del profesor Soto ¿Por qué américa latina es pobre?

La respuesta a la primera pregunta, responde por defecto la segunda ¿Por qué los países son ricos? Porque la gestión económica de la riqueza natural originaria ha sido eficiente, porque se han adoptado los principios culturales que hacen de la idiosincrasia de un país un factor basal para el éxito. En definitiva, son las políticas, estrategias económicas y valores culturales que los mismos habitantes adoptan las que determinan que un país de por si rico originariamente, sea aún más rico y exitoso o termine en la pobreza más abyecta.

Hay una tercera pregunta planteada por el profesor Soto, también con aroma a desafío y es ¿será chile el tercer caso de desarrollo frustrado de américa latina?

A diferencia del profesor Soto, creo que la historia es ecléctica, pues en ella confluyen o podemos conciliar una serie de acontecimientos sinápticos, y que corresponden a hechos y experiencias circunstanciales únicos e irrepetibles, pero también otros hechos de carácter cíclico o lineal.  ¿Qué quiero expresar con esto?

Primero, el devenir histórico es un desarrollo, el desarrollo de sucesos eminentemente humanos a través del tiempo, por ende, hay una “acumulación” de hechos que ya acontecieron y pasan a ser parte de un pasado que va quedando cada vez más y más atrás, sin embargo, de todo este cúmulo de experiencias humanas quedan en la memoria y en los anales del recuerdo los más relevantes y determinantes, aquellos que “cambiaron la historia” o incidieron notablemente en su desarrollo posterior. Segundo, tenemos una “producción” presente de hechos en tiempo real, in situ, en el aquí y ahora, y que “provee” experiencias que al cabo de cierto breve instante derivan en pasado (inmediato, reciente o lejano). Tercero, tenemos los hechos futuros, o próximos, y que sucederán según la pauta que los acontecimientos presentes van indicando.

 Pero siempre éste devenir histórico avanza, se despliega, se extiende hacia adelante, nunca retrocede hacia hechos ya acontecidos, primero porque hasta donde yo sé, la máquina del tiempo aún no ha sido creada, y los relatos de J.J. Benítez son producto de su imaginación como él mismo admite en un uno de sus prólogos de “Caballo de Troya”. Es ene este sentido que podríamos considerar la historia como lineal, inicia en algún momento determinado obviamente atendiendo a la naturaleza mortal del Ser-humano y se proyecta hacia adelante, hacia otro tiempo indeterminado y desconocido, el cual puede ser observado, recordado y medido en toda su extensión conocida por quienes viven el presente.

Como señalaba hace un momento, la historia es el desarrollo de sucesos eminentemente humanos a través del tiempo y como tal, esto nos debería hacer reconocer, que las sociedades humanas han construido hábitos, costumbres, modos de existir característicos muy particulares según cada grupo, patrones de convivencias y códigos sociales y comunicativos que les permiten relacionarse con quienes compartan los mismos intereses. Estamos hablando de elementos tan íntimos como los psíquicos, genéticos y emocionales, que en conjunción con factores ambientales van conformando la cultura. De ahí que, si bien las sociedades pueden experimentar hechos circunstanciales, extraños o ajenos a la identidad propia de cada sociedad, la regla general es que los factores culturales de origen y adquiridos, incluyendo la escala de valores éticos y morales influyan en conductas sociales reiterativas y recurrentes cada cierto lapso de tiempo. En este sentido podríamos acercarnos a un devenir histórico cíclico. Las experiencias humanas a lo largo de la historia nunca son las mismas o iguales, pero son parecidas o similares. Cada idiosincrasia propia de una sociedad humana está construida y determinada por factores culturales que la hacen ser de una manera y no otra.

Así, concluyo que la realidad histórica está constituida por una gran armonía de experiencias y conductas humanas que inevitablemente avanzan con matices, cambios y alteraciones circunstanciales, pero que obedecen en términos generales a patrones claramente reconocibles y predecibles.

Tomando en cuenta lo expuesto, no sólo podemos determinar el destino de Chile, sino también de toda Hispanoamérica.