miércoles, 14 de junio de 2023

LA METAFÍSICA Y SU CAMINO DE DUDAS, CERTEZAS Y FE





Por:

W A L T H E R


Como bien afirma Jacques Maritain, “Ella es como el corazón y fundamento de toda la filosofía.”. Y como tal, la metafísica posee las atribuciones y el estatus para hacerse cargo de todo aquello que está más allá de lo físico o material. Y qué decir del vocablo “meta”, que hace referencia a lo que está más allá de la misma materialidad y objetividad de una cosa o realidad, sino que puede y debe dirigirse a los límites mismos de lo abstracto, observa, indaga, teoriza, extrae y conoce la esencia misma de las cosas. Se encuentra en un plano infinitamente superior en cuanto posibilidades y ubicación reflexiva, al contar con una mirada universal, holística e ilimitada en su alcance. La metafísica yace en las alturas de la indagación.

En esta empresa investigativa de la cual participa la metafísica, se va desarrollando y revelando el objeto mismo de la filosofía, el cual es la causa primera, es decir, de todo el amplio espectro del cual puede hacerse cargo la metafísica, ella fija su especial atención en el ente como aspecto abstracto del ser. Es decir, en definitiva, no se detiene en el ser, sino que va más allá, a la entidad con sus elementos constitutivos y necesarios.

En definitiva, la metafísica no se abstiene de nada en su misión investigativa. Todo le resulta susceptible de ser objeto de su estudio, y considera para ello en cada ser, tanto su esencia (lo que es) como su existencia (acto de ser).

Seguidamente, y como parte integrante del proceso de estudio, aparecen la certeza, la duda y la fe, estas deben ser consideradas como modos de acercarnos a la verdad.

La duda divaga en la senda investigativa, es una condición pre asertiva. Sin embargo, no es ociosa ni inmóvil, la duda por impulso natural se conserva, sin bien sin certezas, siempre en movimiento y búsqueda, pues no puede permanecer en la “tierra de nadie”, el mismo intelecto exige respuestas, resultados y verdades en las cuales descansar. La falta de evidencias es un acicate al intelecto. Ahora, ante la posibilidad de ausencia permanente de certezas, la duda permanece en estado de latencia, siempre en alerta y sensible a ante cualquier atisbo de antecedentes veraces que convenzan al entendimiento. Si logramos hallar la certeza, nuestra experiencia muta. 

La certeza es la disposición más categórica y segura frente a la verdad. La certeza no admite ambigüedades ni variación. Corresponde a la idea o acción determinante en ausencia de dudas. La verdad es innegable, esto en el observador genera certeza, esto o aquello es así y no de otra manera, es eso, y no otra cosa. La verdad no admite opciones, la verdad es una opción que proporciona seguridad en quien la haya. Quien busca tiene claridad y convicción respecto a su objeto de investigación, y en su empresa pesquisa y localiza las pistas o evidencias con las que va configurando a paso seguro la dirección correcta, la certeza se va construyendo, fortaleciendo, hasta que la precisión respecto a la verdad es irrefutable. La certeza desde la óptica de lo inmanente no aparece por obra y gracia de la nada, sino que se alimenta de la evidencia.

Como seres inteligibles, convencemos el entendimiento y nos fiamos de él como herramienta de construcción de certezas. Existe una necesidad natural como raza humana de la seguridad existencial, esa seguridad nos la proporcionaría el estar en posesión de la verdad, para ello, vivimos consciente o inconscientemente en una constante e innata búsqueda. Sin embargo, no es que estemos en total desconocimiento o desprovistos de verdad, ya que poseemos una rica fuente de verdades absolutas, como las que nos proporcionan las ciencias, tales como la biología, la química o la física, entre otras, sobre las cuales nos fundamos y desplazamos. ¿pero podríamos llegar a la verdad si la seguridad de la evidencia? He aquí, la señora fe.

La fe compete principalmente a la dimensión de los trascendente, aunque podríamos hablar de fe en mi padre, en mi hermano o en mi familia e incluso en el dinero, en cuyo caso hablar de fe sería impropio, más bien se debería hablar de confianza. Así que, hablar de fe, es más propio de lo espiritual.

Podríamos describir la fe en tanto disposición humana particular, como una experiencia que excluye, o mejor dicho no admite el elemento de la duda, pues la fe supone una certeza, confianza y seguridad en un ente distinto a mí, en quien proviene la fe que actúa en mí. La fe tiene la particularidad que prescinde de la evidencia, la cual si necesita la certeza inmanente. Aquí hablamos de una seguridad implícita y sin incertidumbres, en medio de la ausencia de la esperada seguridad que proporciona la evidencia.

La certeza actúa en la fe mediante la confianza revelada al entendimiento, es una iluminación sobrenatural que indica, dirige y fortalece la voluntad movilizándola hacia la verdad. Esta voluntad dirigida por la fe, exige la confianza implícita del buscador en la guía sobrenatural que convence el entendimiento.