sábado, 23 de diciembre de 2023

ETERNA GRATITUD


Autor:

Profesor 

W A L T H E R


Poesía dedicada a mi abuela,

 María Antonieta Wong Galleguillos.

Mi ebuela bajó al descanso el 6 de Noviembre de 2023, a días de haber cumplido 92 años.

 


Infinitas serán tus palabras,

porque aún en tu ausencia no callan.

Horizonte esperando que abras,

los tesoros de amor y de llamas.

 

En mi infancia te escuche,

contemplando tu mirada.

En madurez te recordaré,

al despertar cada mañana.

 

Por la eternidad te amaré,

mil pisadas unidas en amor.

De tus notas entonadas me aferre,

y así cantando guiaste mi razón.

 

Vulnerable y sin respuestas,

en tus alas cobijaste.

La pesada carga a cuestas,

de mi ignorancia galopante.

 

Una mirada perdida me robaste,

por misterios y verdades reveladas.

La tomaste y al cielo la arrojaste,

para nunca quedar abandonada.

 

Por las noches tus plegarias dedicaste,

dagas y pilares terminaron por formarme.

En mi presencia a Dios me encomendaste,

fue tu sabia manera de ayudarme.

 

En tu cama despertaba,

y a mi lado tu orabas.

Sin saber que te escuchaba.

así perseverabas.

 

Sembraste una semilla y también la maduraste,

milagros y visiones son el fruto de tu amor.

Mil palabras dedicaste,

que marcaron nuestra unión.

 

Al oído yo te hable y feliz te sonreíste,

Una vida te exprese, de eterna gratitud.

heredero me sentí, el día que dormiste,

Con besos y caricias contemple tu plenitud.

 

Tú vida y canto de alabanza,

sembraron genuinas certezas.

Resuenan en mi con esperanza,

para el día de la divina recompensa.





 

domingo, 29 de octubre de 2023

¿LA JUSTICIA CREA FUTURO?

 


Por: 

W A L T H E R



Análisis crítico a la perspectiva colectivista redistributiva del libro

“La justicia crea futuro” de  Jurgen Moltmann

 

He querido presentar un pequeño ensayo, distinto y osado, pero con todo el respeto y la consideración que se merece quien me supera en trayectoria y virtudes. Me atrevo a escribir estas líneas, como estudiante que aspira a aprender de los de más experiencia y visión.

El tema a reflexionar es ¿Cómo crear justicia en la sociedad? Para ello, he decidido presentar un análisis crítico al autor con el fin de compartir otra mirada de la temática a desarrollar. Y desde la perspectiva del autor, que según él, es la “perspectiva de la justicia de Dios”.

Una de las varias perspectivas que me gustaría comentar, es la relación entre la comunidad y las personas según lo describe el autor Jurgen Moltmann, en éste punto a mi modo de ver es algo radical y sesgado en la visión que tiene sobre ciertas realidades. El habla del “principio de competencia” como si en virtud de ella, la consecuencia automática fuese la extrema división social (o laboral) entre fuertes y débiles, casi evocando la frase tan conocida del darwinismo social de la “supervivencia del más apto”, en circunstancias que la competencia o libre competencia si bien debe ser una actividad regulada, no es intrínsecamente mala, sino necesaria y natural a toda sociedad humana. Y quienes son incompetentes o menos hábiles, no podemos estigmatizarlos o victimizarlos como “débiles” y a los competentes designarlos prácticamente como abusivos y malos. Es absolutamente justo recompensar al hábil justamente porque lo es, como es injusto recompensar igual que al competente a quien no lo es. Cada cual recibirá su retribución, salario o recompensa según sus méritos. ¿Y si el incompetente logra o recibe menos que el competente debemos considerar eso un castigo? Incluso ya la conceptualización entre “fuertes y débiles” está errada. Quien no recibe más de lo que merece por sus competencias, esfuerzos o méritos no es débil, sino que está justamente en la condición que le ha tocado estar, y en esa condición da todo de sí para obtener lo que puede según sus méritos, quien se esfuerza no merece ser tratado de débil y si quiere recibir más, debe haber un esfuerzo personal aún mayor para superarse y alcanzar al competente y eficiente a fin de recibir más de lo que acostumbra. Por ende ¿es injusta o perniciosa la competencia? No, es una actividad motivadora tanto ética, social y económica. Ésta sana actividad social no tiene nada que ver con lo que el autor describe como “una lucha de todos contra todos” dando a entender que vivimos en una especie de sociedad tribal y primitiva sin contrato social.

Como dice el mismo título del libro “La justicia crea futuro”, pero todo depende de que entienden algunos por justicia, pues hay quienes tienen una noción de justicia a lo Robin Hood y que como ha demostrado la experiencia histórica no lleva un ningún buen futuro.

Según Moltmann, la alternativa a la pobreza es la “comunidad” y no la propiedad. Me imagino que Moltmann cree utópicamente en una sociedad donde todos aportan con cierta cantidad de bienes y servicios (sino todos) donde nadie tiene propiedad privada o patrimonio propio y así a nadie le falte nada, todos se proveen de todo en igualdad de condiciones y hasta en la proporcionalidad de los bienes que les toque a cada uno. Sería interesante saber ¿Quién sería el responsable de administrar y distribuir equitativamente todo en esa comunidad? Y si se reparte todo ¿de dónde y cómo producirán para seguir supliendo las carencias que jamás terminan?

Es parte de las aspiraciones naturales del ser humano, desear tener un hogar, formar una familia, contar con una vivienda propia. De igual manera el sentido común nos mueve a lograr objetivos, fijarnos proyectos personales y familiares. Producto de esos anhelos son la adquisición de bienes materiales que pasan a ser parte de nuestro patrimonio personal, para el goce y disfrute, tanto mío como de mis seres queridos más cercanos. Y todo esto normalmente se realiza en perfecta relación y armonía social con mis jefes, compañeros de trabajo, vecinos y gracias a las relaciones con el resto de ciudadanos que comparten casi las mismas aspiraciones.  Éste proceso social, ¿es acaso el catalizador para convertirme en un ser “menos humano”, “solitario y aislado”, me debo considerar responsable de la “muerte social” de otros?

Según el autor, deberíamos renunciar a esas esperanzas personales, para optar por la comunidad, y depender de que nuestras necesidades sean satisfechas por ese colectivo caritativo, es la voluntad colectiva quien reemplaza la voluntad personal, o por lo menos la limita considerablemente entendiendo que debería irme olvidando de la propiedad privada. Es en definitiva una renuncia voluntaria (quizás bajo presión) total o parcial de mis proyecciones individuales, para adherir a una especie de proyecto en conjunto, el cual debo aceptar por consideración a los demás. El autor de forma muy inocente propone implementar un sistema solidario, donde juntos solucionaríamos todas las dificultades, seremos “ricos” en amistades y vecindades idílicas, etc.

Según el autor, los grandes centros industrializados y administrativos “han empobrecido” los pequeños municipios y a “desertizado el campo”. Me da la impresión que Moltmann no es muy amigo del desarrollo, la prosperidad y la modernización. Al querer “devolver muchas de las funciones e ideas transferidas a las instancias centrales”. Querrá Moltmann frenar las inversiones, la instalación de industrias, la tecnología y dejar a las comunidades con las más rústicas y primitivas formas de trabajo, que, en vez de usar tractores, sigamos usando bueyes, en vez de automóviles, volvamos a las carretas, que el campesino no se capacite en las nuevas tecnologías y las inserte en sus campos. ¿Entenderá que el progreso y el desarrollo implican inevitablemente el desplazamiento de seres humanos hacia donde se les ofrezcan mayores perspectivas laborales y salariales? Los seres humanos sociables, mutan, cambian y están dispuestos a hacer todos los cambios y sacrificios para lograr sus metas o simplemente adaptarse a los tiempos. ¿Soñara Moltmann con una vuelta a la sociedad feudal o tribal?

El autor, luego de su narrativa socio-económica colectivista/distributiva que ofrece como solución a la pobreza, intenta relacionar su “solución” con la experiencia cristiana primitiva de Hechos 4:32 que dice así: “La multitud de los que habían creído era de un corazón y un pensamiento. Y ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”.

El texto bíblico aludido nos habla de que “era de un corazón y un pensamiento”. En efecto, el mismo pensamiento que predominaba en quienes habían creído, no era un sistema económico, político y social que tenían que promover en palestina y menos al imperio romano, sino que tenían un mismo propósito, anhelos, y esperanza. El amor por el próximo les hacía olvidarse de ellos mismos, tal cual el ejemplo de su Maestro.

 “Y ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”. La renuncia voluntaria por amor al otro era una característica de la iglesia. El desprendimiento personal era un fruto de su relación con Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Éste estilo de vida fraternal y comunitario se veía alimentado por las mismas circunstancias que les tocó vivir a cada iglesia que se reunían en clandestinidad por la estricta observación y persecución judía (romana posteriormente). Y todo esto se enmarca dentro de una experiencia espiritual que debería ser nuestra experiencia hoy.

Según Moltmann “el modo que tengamos de trabajar y de repartir las posibilidades de trabajo, determinará, no sólo nuestro destino personal, sino también nuestro destino colectivo”. No debemos olvidar, el hecho de que Moltmann propone eclipsar las aspiraciones personales en beneficio de un sistema de cooperación colectivo, pero curioso resulta notar algunas de sus propuestas (que no son nuevas). Pone especial atención en “el modo de trabajar” y para eso enuncia algunos “compromisos por la justicia”, uno de ellos es, “la reducción de la jornada laboral”. Pienso que difícilmente una sociedad como la que describe Moltmann podría alcanzar la felicidad, la equitativa remuneración, la justa distribución de las oportunidades de trabajo reduciendo las jornadas laborales, cuando lo que lógicamente todos quieren es aumentar sus ingresos, su poder adquisitivo y concretar proyectos y para eso la lógica misma nos indica que hay que trabajar más. Habla de “repartir las posibilidades de trabajo” ¿En éste caso, quien sería el todopoderoso encargado de repartir esas posibilidades? ¿Acaso las posibilidades no se deben ganar en atención a los méritos y esfuerzos personales? Si existe algo o alguien que reparte esas posibilidades ¿dónde queda la libre competencia? ¿Quién reparte bajo qué criterios lo hará?

Otro aspecto de ésta justicia que crea futuro tiene que ver con “la comunidad entre generaciones”. Jurgen Moltmann introduce la expresión del “contrato generacional” y “seres generacionales” para hacer alusión a una obligación/deber moral en el cuidado mutuo entre padres e hijos. Estas nobles nociones de cuidado paterno/filial las transforma en obligación moral para con el prójimo no familiar, entendido como la sociedad toda, pues dice él “todo hombre vive inserto en una cadena generacional” que nos obliga, para añadir de rematadas que existe un “egoísmo de la generación actual respecto de las generaciones venideras” endosándonos desde ya una responsabilidad por los incompetentes o no eficientes por venir. Y para alimentar nuestro sentimiento de culpabilidad enumera una serie de supuestos catastróficos que va desde el consumo de las reservas petroleras hasta la acumulación de residuos atómicos.

Lo que me alarma y me llama poderosamente la atención es su insistencia en que nada es o puede ser de nadie en particular, todo debe pertenecer a un colectivo que de forma justa y equitativa realizaría una igualitaria distribución. “Todo ordenamiento de la propiedad debe enmarcarse en el contrato generacional, porque en estricta justicia, la propiedad sólo debe utilizarse teniendo en cuenta las generaciones venideras”. ¿A qué generaciones venideras se referirá Moltmann? ¿A mis hijos y nietos? ¿O a que mi propiedad con “función social” debo ponerla al servicio y disponibilidad del colectivo desprovisto? ¿De qué clase de justicia está hablando Moltmann? Y todo esto en virtud de un supuesto contrato generacional.

Las generaciones también están insertas en un ambiente natural, osea la relación del hombre con su medio ambiente. Moltmann nos llama “seres naturales”.

Interesante es que el autor haga referencia a religiosidades cósmicas de carácter animista como parámetro ejemplificador para las modernas sociedades. Ya percibía yo la preferencia de Moltmann hacia sociedades más primitivas. Por supuesto el factor miedo vuelve una vez más en las descripciones de lo que nos depararía el futuro, haciendo alusión a una supuesta extinción humana. Una idea que se vuelve reiterativa en todas las paginas analizadas es su desprecio por el desarrollo/crecer. “…las sociedades sólo se preocupan por crecer y expansionarse…”. Y propone algo que llama “conversión radical”, que no es más que insistir en implementar un viejo paradigma reeditado y que consiste nuevamente en una reforma en “los modos de producción de la industria”.

Es totalmente rescatable la preocupación e interés que manifiesta Jurgen Moltmann por la responsabilidad individual hacia la naturaleza, la búsqueda de la justicia y la paz. “es menester, ante todo, un nuevo aprecio de la naturaleza y un nuevo respeto por la vida de las demás criaturas”. Y su intenso llamado a redescubrir al Dios de la naturaleza, al creador.

Dudo que en estos días la principal y más urgente tarea de la iglesia debería ser una “reforma ecológica”, me parece que la iglesia debe ser sal de la tierra desde otra dimensión y bajo otra bandera, sin embargo, reconozco que la iglesia puede ser un vehículo educativo eficaz en proceso de reforma en las áreas que propone Jurgen Moltmann.






miércoles, 12 de julio de 2023

UN CASO HISTÓRICO DE ACCIÓN VIRTUOSA

 


Por:

W A L T H E R


Si se trata de construir una explicación sobre las acciones virtuosas, en particular, de la prudencia, lo primero que debemos anticipar (aunque se da por sentado) es que hablamos de lo que es propio de lo humano, el campo de existencia y desarrollo de la prudencia es el ser humano. Esta virtud se explica y comprende en tanto ésta encuentra su expresión en el ser-humano (no animal). Y dado que las virtudes están siempre ligadas a la facultad humana del razonamiento como factor exclusivo y excluyente, mal podríamos ampliar la búsqueda y explicación de las virtudes en las bestias irracionales. “la virtud está siempre en conexión con la prudencia y la guía de la razón. Por la prudencia el ser humano se hace capaz de juzgar con rectitud” (Virtudes Cardinales, Rodríguez. P. 1);” llamamos prudentes a los que, para alcanzar algún bien, razonan adecuadamente” (Aristóteles, Ética Nicomáquea, Libro VI. P. 273).

Hablar de prudencia en el hombre es admitir un principio rector, adquirido, arraigado y en plena expansión experimental, pues en la prudencia misma subyacen amplias sub-virtudes complementarias y benefactoras a la existencia individual/interior, social y hasta política del hombre. Así. Por ejemplo “parece propio del hombre prudente ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo” (Aristóteles, Ética Nicomáquea, Libro VI. P. 273). En la deliberación hallamos una herramienta de análisis, y que es una parte constitutiva de la prudencia.

Elemento esencial de la prudencia y que es parte de su sustancia, dice relación con el orden moral. En efecto, el hombre virtuoso aspira a la vida en rectitud, su juicio es estructurado y orientado hacia las verdades morales, las cuales a conocido y comprendido como la senda hacia la buena vida o la vida feliz. De aquí deducimos que el hombre al ser consciente de lo bueno y veraz, será movido por su voluntad a la realizar las acciones necesarias para la obtención de sus objetivos. Como dice Aristóteles “la prudencia es un modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre”. (Ética Nicomáquea, Libro VI. P. 273).

Aristóteles expresa que “son prudentes, porque pueden ver lo que es bueno para ellos y para los hombres”. Y aquí añadimos otra arista a nuestros comentarios, y es, que la prudencia es una virtud que, si bien tiene una génesis individual, moral y que subyace en el fuero interno de todo individuo, también posee una dimensión externa, social y pública. Estamos hablando del contacto relacional y vivencial con otros congéneres, a quienes debemos (así lo razona el ser virtuoso) involucrar, hacer coparticipes y hasta instar a desear al igual que nosotros la vida virtuosa. En esta misión cotidiana y espontanea, nos servirán los principios morales bases como arquitectura interior para discernir, discriminar, diferenciar, dilucidar lo deseable de lo que no lo es, lo que quiero evitar, como lo que deseo alcanzar, lo placentero y lo que me produce aversión. Por ende, la prudencia considerada como, la que dota al hombre de capacidad para discernir y juzgar, no solo nos ayuda en nuestro actuar particular, sino que obra inevitablemente con fuerza centrífuga para bien de los demás.

La pregunta que nos podríamos formular es, ¿Ha habido en la historia humana sujetos poseedores de dicha virtud, tan apreciada por algunos y desconocida para otros?, la respuesta es sí, uno de ellos es el mítico reformador religioso Martín Lutero, cuya gesta heroica del 31 de octubre de 1517 al clavar sus noventa y cinco tesis en la puerta del catillo de Wittemberg en Alemania marco un precedente que replantearía la fe y hasta la geo política europea para siempre.

Al contrario de lo que la percepción colectiva poco avezada cree. El monje agustino obrando conforme a su inteligencia y recta razón iluminada por las sagradas escrituras que le proporcionaron las respuestas teológicas y espirituales que buscaba desde hace mucho, fue por decirlo de alguna manera acumulando seguridades, evidencia y convicciones que llegado el momento (según la divina providencia) no dudaría en dar a conocer, así consta en los testimonios del mismo Lutero y de escritores e investigadores reputados como Lucien Lebvre quien afirma que las convicciones del monje lo llevaron a la acción, cuando las condiciones fueron propicias (la venta de indulgencias). “Esta virtud, por tanto, no se limita a deliberar y juzgar qué se debe hacer y qué no en general, ni siquiera en cada caso concreto, sino que la prudencia mueve a realizar la acción”. (Virtudes Cardinales, Rodríguez. P. 1)

Con esto no queremos afirmar que Martin Lutero era un ser perfecto, pero si reconocemos que poseía dotes naturales que ayudaron a crear en él, una o mas virtudes, pero sin lugar a duda la prudencia jugo un rol determinante al proporcionar la arquitectura valórica/ontológica que lo mantuvo firme a la hora de soportar la presión a la que fue sometido. Éste despliegue audaz de principios morales se hicieron públicos en la famosa dieta de Worms, donde fue conminado a retractarse, a lo que el valiente reformador respondió con las legendarias palabras A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén (Lutero, Dieta de Worms. 1521)




miércoles, 14 de junio de 2023

LA METAFÍSICA Y SU CAMINO DE DUDAS, CERTEZAS Y FE





Por:

W A L T H E R


Como bien afirma Jacques Maritain, “Ella es como el corazón y fundamento de toda la filosofía.”. Y como tal, la metafísica posee las atribuciones y el estatus para hacerse cargo de todo aquello que está más allá de lo físico o material. Y qué decir del vocablo “meta”, que hace referencia a lo que está más allá de la misma materialidad y objetividad de una cosa o realidad, sino que puede y debe dirigirse a los límites mismos de lo abstracto, observa, indaga, teoriza, extrae y conoce la esencia misma de las cosas. Se encuentra en un plano infinitamente superior en cuanto posibilidades y ubicación reflexiva, al contar con una mirada universal, holística e ilimitada en su alcance. La metafísica yace en las alturas de la indagación.

En esta empresa investigativa de la cual participa la metafísica, se va desarrollando y revelando el objeto mismo de la filosofía, el cual es la causa primera, es decir, de todo el amplio espectro del cual puede hacerse cargo la metafísica, ella fija su especial atención en el ente como aspecto abstracto del ser. Es decir, en definitiva, no se detiene en el ser, sino que va más allá, a la entidad con sus elementos constitutivos y necesarios.

En definitiva, la metafísica no se abstiene de nada en su misión investigativa. Todo le resulta susceptible de ser objeto de su estudio, y considera para ello en cada ser, tanto su esencia (lo que es) como su existencia (acto de ser).

Seguidamente, y como parte integrante del proceso de estudio, aparecen la certeza, la duda y la fe, estas deben ser consideradas como modos de acercarnos a la verdad.

La duda divaga en la senda investigativa, es una condición pre asertiva. Sin embargo, no es ociosa ni inmóvil, la duda por impulso natural se conserva, sin bien sin certezas, siempre en movimiento y búsqueda, pues no puede permanecer en la “tierra de nadie”, el mismo intelecto exige respuestas, resultados y verdades en las cuales descansar. La falta de evidencias es un acicate al intelecto. Ahora, ante la posibilidad de ausencia permanente de certezas, la duda permanece en estado de latencia, siempre en alerta y sensible a ante cualquier atisbo de antecedentes veraces que convenzan al entendimiento. Si logramos hallar la certeza, nuestra experiencia muta. 

La certeza es la disposición más categórica y segura frente a la verdad. La certeza no admite ambigüedades ni variación. Corresponde a la idea o acción determinante en ausencia de dudas. La verdad es innegable, esto en el observador genera certeza, esto o aquello es así y no de otra manera, es eso, y no otra cosa. La verdad no admite opciones, la verdad es una opción que proporciona seguridad en quien la haya. Quien busca tiene claridad y convicción respecto a su objeto de investigación, y en su empresa pesquisa y localiza las pistas o evidencias con las que va configurando a paso seguro la dirección correcta, la certeza se va construyendo, fortaleciendo, hasta que la precisión respecto a la verdad es irrefutable. La certeza desde la óptica de lo inmanente no aparece por obra y gracia de la nada, sino que se alimenta de la evidencia.

Como seres inteligibles, convencemos el entendimiento y nos fiamos de él como herramienta de construcción de certezas. Existe una necesidad natural como raza humana de la seguridad existencial, esa seguridad nos la proporcionaría el estar en posesión de la verdad, para ello, vivimos consciente o inconscientemente en una constante e innata búsqueda. Sin embargo, no es que estemos en total desconocimiento o desprovistos de verdad, ya que poseemos una rica fuente de verdades absolutas, como las que nos proporcionan las ciencias, tales como la biología, la química o la física, entre otras, sobre las cuales nos fundamos y desplazamos. ¿pero podríamos llegar a la verdad si la seguridad de la evidencia? He aquí, la señora fe.

La fe compete principalmente a la dimensión de los trascendente, aunque podríamos hablar de fe en mi padre, en mi hermano o en mi familia e incluso en el dinero, en cuyo caso hablar de fe sería impropio, más bien se debería hablar de confianza. Así que, hablar de fe, es más propio de lo espiritual.

Podríamos describir la fe en tanto disposición humana particular, como una experiencia que excluye, o mejor dicho no admite el elemento de la duda, pues la fe supone una certeza, confianza y seguridad en un ente distinto a mí, en quien proviene la fe que actúa en mí. La fe tiene la particularidad que prescinde de la evidencia, la cual si necesita la certeza inmanente. Aquí hablamos de una seguridad implícita y sin incertidumbres, en medio de la ausencia de la esperada seguridad que proporciona la evidencia.

La certeza actúa en la fe mediante la confianza revelada al entendimiento, es una iluminación sobrenatural que indica, dirige y fortalece la voluntad movilizándola hacia la verdad. Esta voluntad dirigida por la fe, exige la confianza implícita del buscador en la guía sobrenatural que convence el entendimiento.









 

lunes, 8 de mayo de 2023

LA FILOSOFÍA Y EL FILOSOFAR COMO NECESIDAD Y SENTIDO

 



Por:

W A L T H E R


“Si quieres ser filósofo, prepárate para que se rían y se burlen de ti, para que digan: ¡Mira, de repente se nos ha hecho filosofo!, o bien: ¿De donde se ha sacado ese gesto arrogante de la ceja? Pero tú no levantes con arrogancia la ceja y aférrate a lo que parece ser lo mejor, como si los dioses te hubieran colocado junto a ello. Recuerda que, si mantienes firmemente tu actitud, los que al principio se reían de ti terminarán admirándote, mientras que, si flaqueas, tendrán un doble motivo para la risa” (Epicteto)

La filosofía nos proporciona la posibilidad de ir más allá, partir incluso de una observación básica y hasta casual. Nos invita a dejarnos sorprender, impresionar, a permitirnos curiosear, a preguntarnos por las causas.

Hay culturas y civilizaciones que no cultivaron la filosofía con la misma pasión y dedicación, no llegaron a conclusiones tan profundas como si lo lograron otras. Los primeros filósofos así llamados “presocráticos” se plantearon el origen de todo, algunos propusieron el fuego, otros el agua. Al repasar la evolución del pensamiento filosófico occidental, notaremos la búsqueda constante y perseverante de respuestas con las más amplias de las libertades. Un modo libre de indagación y de enfrentarse al mundo con multitud de preguntas.

Hasta la disruptiva aparición del gran Sócrates, Platón y Aristóteles con sus planteamientos que abarcan todas las ocupaciones humanas que se desarrollan sobro todo en la ciudad, la vida del ciudadano ideal, la fundación de escuelas filosóficas inspiradas en los más nobles propósitos y que hasta hoy perduran sus planteamientos.

Pero la filosofía es un entramado que surge de circunstancias previas para derivar en oficio pensante. En efecto, primero que todo debemos comprender que la filosofía en cuanto ciencia, tiene como propósito buscar, saber, entender y preguntarse por la realidad para aproximarse a la verdad. Y siendo fiel a su nombre, es una ciencia en cuya etimología yace su misma vocación y misión, “amor al saber”. La misma palabra “amor” nos evoca algo puro, intenso, hermoso, sincero, profundo, comprometido, etc. Y algo de todo esto hay, es decir, la filosofía contiene en su esencia un impulso poderoso que la lleva a emprender su camino de búsqueda de la verdad hasta sus causas últimas, está dispuesta a llegar hasta las mismas fronteras de la realidad.

Este impulso y pasión primigenio de búsqueda y amor por la sabiduría se funda en un fenómeno cognitivo que es natural a todo ser humano, pero, aun así, unos pocos se proponen prestarle la debida importancia, y es el asombro, ese instante de lucidez sapiencial, el maravillarse de un instante a otro, el momento preciso en que la conciencia se expande o ilumina, como el nacimiento de una estrella en una gran explosión. Es el asombro la chispa que enciende la gran flama de la actividad filosófica.

Dicho esto, es preciso señalar que, quien no resiste la invitación al asombro, asume la búsqueda apostólica de la verdad como razón de su existencia terrenal. Se abandona al escudriñamiento reflexivo y razonado como vía segura hacia el objetivo y la meta como buen trabajador del espíritu. Este compromiso vocacional y voluntario requiere de tesón, determinación, esfuerzo y sacrifico ¿y que del tiempo invertido? ¿Qué momento del día o de la vida se sacrifica en pos del quehacer filosófico? ¿una actividad absorbente que merece retribución pecuniaria? ¿actividad laboral?

La única y verdadera actividad laboral, el trabajo al cual todo buen humano debe propender, es al trabajo del espíritu, que le permita dedicarse al trabajo/misión del ocio letrado, a las artes libres, como bien señalo Santo Tomás, “aquellas que están destinadas al saber” (In Met., 1, 3.)





viernes, 28 de abril de 2023

CRISTIANISMO PENTECOSTALOIDE





Por:

W A L T H E R 


Quiero ayudar a la cristiandad, si, a esa manifestación religiosa ridícula, presuntuosa y patética. Si, a esa pléyade de sectas inconexas, disparatadas y primitivas. Quiero ayudar a la cristiandad, pero ésta no se deja, la percibo tan cómoda, tan a gusto en sus afanes ilusorios, que no teme ridiculizarme o humillarme con su indiferencia. Ella me mira de pies a cabeza, esboza una coqueta sonrisa y me cierra la puerta en la cara. Esta tan extasiada en sus danzas y cantos al cielo, que vuela en un sueño despierta, no mira ni oye, no piensa ni razona, ella sólo quiere perderse en las refriegas y saltos.

Quiero ayudar a la cristiandad, si, a esa multitud vociferante, molesta y sin sentido que osa llamarse iglesia, y que son en realidad la máxima expresión socio/espiritual del anticristo. Quisiera ayudar a la cristiandad, si, a esa expresión religiosa no bíblica que nace del mismo ano del diablo, que defeca incoherencias esquizoides que los hunden más y más en sus fétidas heces discursivas.

Quiero ayudar a la cristiandad, si, a esa infeliz horda de iletrados e incultos charlatanes. Pervertidos oportunistas de miradas penetrantes, que lamen todas y cada una de las cavidades supurantes de piadosas rameras vestidas de blanco y panderos en sus manos. Quisiera ayudar a la cristiandad, si, al sarro y musgo religioso del fin de los tiempos, a los mismos ministros residuales de la vagancia sin vergüenza.

 Ella se complace frente al espejo, se gusta, se desea, se erotiza. Sus danzas son su droga, la mente emborrachada, todo a su alrededor se mueve y se tumba, no ve la seriedad de mi rostro, la congoja en mis palabras, el desprecio es su respuesta, una amenaza es su sentencia.

Como primates se olfatean, acicalan y despulgan. En sus paganos aquelarres cristianos, cada día del dios sol se besan y manosean con fe. Sus templos son refugios de cerdos salvajes, que se conforman con alimentarse de la porquería que yace a su alrededor. Seres atrofiados sin ratio ni intellectum, sin barreras ni escudos, vulnerables al asedio espiritual, funcionales al demonio. 

Y así, rechazando mi ayuda, es que han llegado a ser lo que son, y lo seguirán siendo. Como tampoco les interesa saber lo que son, ni como dejar de serlo, pues son felices siendo lo que son, la peor credencial de Jesucristo jamás vista en la historia de la religión cristiana.

 


lunes, 2 de enero de 2023

AUSENTE (Poema 1)


 

Por:


W A L T H E R


Tu rostro es la expresión de la ternura

Quién pudiera resistir a tal encanto

Para mí quisiera toda tu hermosura

Y poder salir del desencanto

 

La distancia es el verdugo de la muerte

Que traspasa el sonido de mi aliento

Son carruajes invisibles sin su gente

Que se acercan sin tener un argumento

 

Tus labios en mi boca son simiente

De la vida que por ti voy evocando

De un amor desesperado que no vuelve

Y de sueños que tu ausencia va quitando

 

Es la niña de los años anteriores

De recuerdos circundados de rocío

Ignorando la amenaza de temores

De dejar mi corazón vacío.


(Poema creado en Agosto de 2004)