jueves, 19 de noviembre de 2020

LA CUARTA Y ÚLTIMA OPCIÓN

 
Por:
 
 
W A L T H E R
 
  
Desgarradoras y traumatizantes me resultaron ver unas imágenes de un hospital en la Argentina, desconozco en qué provincia o ciudad se desarrollaron los hechos, pero difícilmente podré borrar de mi mente aquellas escenas.

Un joven de no más de 25 años yacía tirado en el piso de lo que parecía ser la entrada de un centro hospitalario, flanqueado por tres mujeres quienes lo acariciaban y lo tomaban de la mano, supongo que eran su madre y hermanas, más haya un par de varones, uno intentando llamar la atención de los funcionarios del hospital, quienes detrás de una ventanilla parecían indiferentes ante la desgarradora situación, el otro varón grababa todo con su teléfono, gracias al cual puedo ahora relatar lo sucedido. En eso, aparece un tercer hombre, parece ser un policía que también coopera con el primer varón en la infructuosa misión de lograr atención. No vi ni escuche nada que podría interpretarse como agresión por parte de los afectados hacia los funcionarios del hospital, salvo expresiones naturales de desesperación y angustia. Sin embargo, al volver mi mirada hacia la ventanilla de atención, me termino de impactar al ver que simplemente los funcionarios desaparecieron. Al instante aparece una mujer desconocida con dos almohadas y se las entrega a las mujeres que sujetaban al joven que se retorcía de dolor en el piso producto de su cáncer. Los alaridos de aquel joven aún resuenan en mis oídos...

“Y Jesús lloró. Entonces los judíos dijeron: "Mirad cómo lo amaba". Algunos dijeron: "El que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber evitado que Lázaro muriera?"

(Jn. 35-37)

La conmoción, impotencia y frustración espontanea que esto ha producido en mí, me lleva a entrar en una profunda reflexión, una reflexión meditativa angustiante. ¿Cuántas personas y familias están pasando por lo mismo? ¿Si yo hubiese estado ahí, que habría hecho? ¿Por qué esa maldita enfermedad ataca de esa manera?

Podría especular sobre la realidad familiar de aquellos sufrientes, buscar responsabilidades administrativas de tan deplorable sistema de salud, quizás dar una explicación socio/económica e incluso teorizar sobre las políticas del gobierno que han llevado a semejante drama. Claro que podría hacer este ejercicio analítico, y de hecho siempre es necesario y válido.

Pero mis pensamientos se sumen en aguas aún más profundas, rápidamente una vorágine interior de recuerdos y comparaciones retornan a mi mente con aplicaciones más reales, como estocadas mortales me obligan a ver con más nitidez lo que siempre ha sido evidente. La comparación que se puede deducir es vergonzosa para quien la descubre, pues delata la superficialidad y simpleza de la fe profesada.

Frente a tal situación terrena de angustia social y carencia sanitaria, ¿que podría yo hacer? ¿Salir a la calle a marchar en protesta? ¿Hacer fuertes críticas públicas al gobierno? ¿Postularme para presidente del país, para que ahora sí las cosas se hagan bien? Ciertamente para un cristiano esas nos son opciones. Pero me vuelvo a preguntar, ¿Qué haría yo particularmente? Y mientras invierto tiempo en hacerme estas preguntas, la situación demanda respuestas inmediatas.

Si hubiese estado presente cuando sucedió aquel drama en la entrada del hospital, mi conciencia religiosa me induciría a dar acompañamiento espiritual, quizás ofreciendo una oración o una palabra bíblica, pero, ¿y si tengo algo más, por qué no ponerlo a disposición?

Y si contase con una buena cantidad de recursos económicos ahorrados en el banco destinado a proyectos personales muy importantes. ¿Los hubiese ofrecido sin pensarlo dos veces a aquel joven que aullaba de dolor?, a ver si con eso en algo ayudaba a aliviar su situación. Podríamos trasladarlo a otro centro médico donde le darían atención inmediata, calmarían sus dolores y seguramente la familia soportaría mejor la situación.

“y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, calentaos y saciaos", y no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también, si la fe no tiene obras, está muerta.”

 (Stg. 2:16,17)

Si eso sucediese, me encontraría al final de la jornada con los bolsillos vacíos, la cuenta vacía y en punto cero respecto a mis planes personales. ¿Qué sería todo esto? ¿Una reacción emocional e irresponsable sin cálculo alguno? ¿Sería un gesto de amor genuino e innato derivado de fuertes convicciones espirituales? Sin duda, tal acto de amor implicaría un desmedro de mi patrimonio personal. ¿Estamos listos para desprendernos de todo cuando la situación lo amerite?

Y si en la misma situación, de testigo de aquel drama humano, me ofrezco a orar por el enfermo, pero al mismo tiempo no me desprendo de la totalidad de mis recursos, es decir, no hago todo lo que esté a mi alcance, sino que propongo en mi corazón dar sólo una parte de ellos. Al final de la jornada comprobare que si bien pude ayudar, “no perdí”, tengo algunas reservas que me permitirán de todas formas recuperarme y llevar acabo mis proyectos. ¿No me haría acaso un reproche moral por tan calculado proceder? Podría cuestionar mi decisión, en el sentido de que ayudar a medias, es como no ayudar. Ayudar a medias, es una forma de aplacar el eventual cargo de conciencia que implica no ayudar. Ayudar a medias, me permite seguir sintiéndome cristiano sin arriesgar todo, evitando el verme yo mismo envuelto en una desgracia.

“Pedro le dijo: "Ananías, ¿por qué Satanás ha llenado tu corazón hasta inducirte a mentir al Espíritu Santo, y a quedarte con parte del precio de la heredad?”

 (Hch. 5:3)

Y si no pudiese ayudar económicamente, que mis bolsillos estuviesen vacíos al igual que mi cuenta de banco, ¿Qué hago? No hay tiempo que perder, la situación está al límite, los llantos y gemidos de aquella madre y demás familiares son apremiantes. ¿Qué puedo ofrecer, sólo orar y una palabra de esperanza? Al final de la jornada, quedaría con cierta, de no haber podido hacer u ofrecer más. En este caso, ¿podría haber ofrecido más que tan sólo una oración?

Ciertamente las tres situaciones que me he planteado pueden ser perfectamente reales, no me cabe la menor duda que más de alguno a estado en una de ellas. Las tres opciones podrían ser el vivo reflejo de nuestra experiencia religiosa, y lo son. Estas opciones, son experiencias personales que corren simultáneamente por distintas pistas. La providencia misma nos sitúa cada cierto tiempo frente a estos límites, situaciones que son verdaderos exámenes de fe.

Sin embargo, estas tres opciones deben y serán superadas con creces por una cuarta, poderosa, sobrenatural, genuina y última opción. Sólo quien haya superando los exámenes del todopoderoso será graduado.

“Junto con Juan, Pedro fijó los ojos en él, y le dijo: "Míranos". Él estuvo atento, esperando recibir algo de ellos. Entonces Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el Nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate, y anda!" Y tomándolo de la mano derecha lo levantó. Al instante se afirmaron sus pies y sus tobillos, y de un salto, se puso de pie y anduvo. Y entró con ellos en el templo, caminando, saltando y alabando a Dios. Y todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios.”

 (Hch. 4-9)

Oh! Claro que sí! Quisiera llevarme a las mansiones celestiales la biblioteca que tanto me ha costado tener, mi sillón favorito sobre el cual he tenido mis mejores reflexiones y lecturas, pero nada de eso sucederá. Ni siquiera con lo puesto seremos arrebatados en el aire para encontrarnos con el Señor. La senda hacia el reino literal de los cielos es una senda de desprendimiento progresivo, de renuncia y sacrificio no practicadas ni deseadas por el cristianismo actual.

“Entonces se acercó un escriba, y le dijo: "Maestro, te seguiré adondequiera que vayas". Jesús le contesto: "Las zorras tiene cuevas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza".

(Mt. 8:19,20)

Pero, los discípulos del Maestro de Galilea, seguirán sus radicales pisadas...

"Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

(Jn. 13:15)

 
 Vínculos para compartir:
Reflexión: https://vozpensante.blogspot.com/2020/11/la-cuarta-y-ultima-opcion.html
Vídeo:  https://youtu.be/2RhvvfK867U
 
 
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 13 de noviembre de 2020

VINDICANDO AL JESÚS DESCONOCIDO

Por: 


 W A L T H E R

 

 Reflexión basada en la lectura del libro "Jesús, aproximación histórica" de José Antonio Pagola.


Sin duda, deberíamos admitir que el Jesús histórico, jamás logrará dimensionar o conocer lo que atañe al Jesús real. El método histórico de investigación nos ha proporcionado y nos seguirá proporcionado información, datos, antecedentes invaluables para la reconstrucción del que es sin duda el personaje histórico/religioso más analizado, creído, seguido y admirado por los seres humanos. Sin embargo quisiera revindicar a aquel “Jesús desconocido”, a aquel fragmento histórico inalcanzable para ésta generación, aquella realidad vivencial de la que gozaron sólo unos pocos junto al Rabí, ese Jesús que sabiamente está lejano del método científico. ¿Podría sugerir que lo que no conocemos de Jesús debemos creerlo? ¿Debemos creer en el Jesús que recorrió galilea y del cual dan testimonio los evangelios? ¿Es necesario saberlo todo respecto a él?

Jesús vivió para invitarnos, vivió para persuadirnos a tomar la mejor decisión, invitarnos a conocer sus enseñanzas y porque no decirlo, sus propuestas. Cristo ha investido a su iglesia para ser su embajadora aquí en la tierra, es el Espíritu de Dios quién guía y orienta a sus representantes humanos, obreros con vocación sacrificial, quienes con diligencia y rigurosidad intelectual nos han presentado siglos tras siglos al Jesús histórico y al Jesús de la fe. Cada testimonio documental, oral y tradicional va conformando el cuadro completo de Jesús, el Cristo.

Pero como asimilar en nuestra experiencia personal tan amplio abanico de antecedentes aportados por la investigación, la experiencia y la fe, una fe que invita a aceptar los evangelios como antecedente legítimo y suficiente, pues ni las más acabadas disciplinas académicas pueden pretender reemplazarlas, sino que éstas con nobleza aportan con todos sus recursos a reconstruir para nosotros al Cristo resucitado.

El Cristo, al invitarnos a tener una experiencia nueva con Dios, lo hace desde su propio método pedagógico, el simple diario vivir, su carácter de amor dejaba impávidos a miles, actuaba como no lo hacía normalmente un humano común, ¿pero acaso Jesús no era también un humano común? sí, lo fue físicamente, pero acaso un hombre común ¿perdona a su enemigo? ¿Bendice a quien lo maldice?, Jesús sí, ¿lo podemos verificar históricamente? Lo creemos porque lo establece un concilio? ¿Con que Jesús me quedo? ¿Hay un punto en el cual el Jesús histórico se opone al real, o no nos permite ver con los ojos de la fe al sencillo Nazareno?

El Cristo que consuela, que anhelamos, es aquel que nos puede refrescar el alma, que se puede sentar con nosotros y escucharnos, que nos acompaña en cada paso que damos, sean estos pasos acertados o no, él está ahí, lo creemos, sino fuese así, nuestra experiencia de fe sería insípida y especulativa, falsa e inútil. Aceptar al Cristo vivo, es el fundamento de la experiencia que él quiere que tengamos, es una experiencia experimental real que sólo conoce quien lo vive ¿similar a la que él tuvo al caminar por los pueblos y aldeas? Exactamente la misma, ese es su deseo!

Es difícil determinar si ésta experiencia cercana con el Cristo vivo sería posible si reduzco todo a valiosísimos datos investigativos, pero también creo que la labor difusora del evangelio se ve invaluablemente enriquecida con el aporte geográfico, histórico, sociológico y arqueológico de la vida y obra de Jesús. Estamos hablando de una reconstrucción, que nace en la existencia real de Cristo y continúa su desarrollo testimonial con aportes de diversas disciplinas que intentan ahondar hasta el máximo de sus posibilidades para bendición del cuerpo místico de Cristo.

El Jesús que habla desde la vida, se hace eco de las vicisitudes de cada uno, vive lo que cada cual vive, es el Jesús que se introduce en la dura realidad del descartado social. Es ese Jesús que quiero vindicar y con el cual me quedo, aun si no tuviese las certezas que me darían el haber estado con él físicamente, es el Jesús que al fin y al cabo da seguridad a toda alma sedienta.

El texto de J. A. Pagola lo declara inequívocamente: “Todos podrán captar su mensaje” y el mensaje provenía de la vida misma del mensajero, no provenía de la lógica académica, sino de quien ponía de manifiesto en cada gesto y acción los principios celestiales asimilados por la vida humana, dejando un precedente ético y moral para las generaciones venideras que aceptasen por la fe su invitación humilde y sencilla.  

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