miércoles, 11 de noviembre de 2020

LA CONVICIÓN DEL JESÚS HISTÓRICO

 

 

Por:

 
W A L T H E R
 
 
Reflexión basada en el libro: "¿Que se sabe de Jesús de Nazaret?"
de los autores: R.Aguirre, C. Bernabé, C. Gil
 
 
 Si hablo de la experiencia de Jesús, inevitablemente tengo que retrotraerme a determinados episodios, episodios místicos y reveladores en la vida del maestro Jesús. Como dice el autor del libro: "hay puntos que marcan el enfoque y el sentido para poder entender a Jesús". ¿Cuál es la motivación de Jesús?

 Jesús está lejos de cualquier árido planteamiento teórico, sino que su carácter de amor era su libro de enseñanza, su vida misma era y es el referente a las naciones y a los pueblos. Tampoco sugiero que sus palabras y exposiciones careciesen de contenido, pues es de suyo el hablar desde la experiencia, y si aceptamos el hecho que Jesús al principiar su ministerio tenía treinta años, pues es obvio que desde su niñez escucho historias, relatos, o recibió enseñanza religiosa de sus padres y parientes. Es un hecho aceptado que su vida era una vida como la de cualquier judío promedio, un niño, joven y hasta adulto frecuentaba la sinagoga, leía y comentada las Sagradas Escrituras, su reverencia hacia el Dios de su pueblo era probada. Es de esa manera y mediante éste proceso vivencial que adquiere su conciencia mesiánica.

Así que para vislumbrar la experiencia de Jesús con Dios, debemos lisa y llanamente leer el testimonio escritural y captar las expresiones en las que alude o interpela a su Padre. Allí está la quinta esencia de su relación filial. La ternura de sus expresiones, la cercanía y la confianza al orar al Padre, su conocimiento de lo eterno y sus extraordinarias afirmaciones, “Yo y el Padre uno somos” (S. Juan 10:30); “Abba, Padre” (S. Marco 14:36); etc...Ciertamente que nosotros no podríamos decir “Yo y el Padre uno somos”, pues aquí se impone la vinculación divina del Padre con el hijo, sin embargo si podríamos decir “Abba, Padre” por ser una expresión no exclusiva del Jesús histórico, sino del judío común, como cuando un niño se dirige a su padre. Y como un niño cree, confía en su papá, así Jesús nos dejo ejemplo de cómo debemos relacionarnos también nosotros con Dios. Como dice el autor: “La obediencia de Jesús a la voluntad de su Padre es el gran hilo conductor que va cambiando el hilo de los acontecimientos e implica una profundización en la experiencia religiosa de Jesús”.

La experiencia terrenal de Jesús en relación con el Padre, fue una relación continua de obediencia.

 El autor bien señala varios puntos centrales en los cuales el Señor Jesús llego a un callejón sin salida por decirlo así. “Un hecho lógico si se tiene en cuenta la cualidad contracultural de muchas de sus posiciones. Sin embargo, la última vez que Jesús subió a Jerusalén, el conflicto con los jefes religiosos de su pueblo, en concreto con la aristocracia sacerdotal de Jerusalén, se agravó de tal manera que acabó en su ejecución. Entre los motivos de la decisión de matarle, parece haber tenido un peso decisivo el temor de la nobleza sacerdotal judía a una intervención armada de los romanos debido al eco popular y las expectativas escatológicas que Jesús suscitaba”.

Al tenor de lo descrito por el autor y los evangelios, Jesús se mantuvo desde la experiencia del bautismo en constante conflicto, enfrentamientos verbales y debates con distintos actores. En cada circunstancia en la que le tocaba hablar públicamente, el público que le escuchaba era muy diverso, y en ocasiones simplemente sólo iban a aponerse y encontrar “alguna falta o defecto” en su doctrina. Otros acudían de buena voluntad y con hambre y sed de justicia.

Un punto notorio de conflicto y que fue determinante, dice relación directa con los de su mismo pueblo, judíos envidiosos, dirigentes con intereses divididos o incrédulos sin discernimiento (“ceguera”)

El “gesto simbólico” de Jesús en el templo (represión a los mercaderes del templo), adquirió una connotación sin precedentes si tomamos en consideración lo que significaba el templo de Jerusalén para la nación Judía. Hoy pienso en alguien que necesita entregar un mensaje y al mismo tiempo necesita difusión, pues lo lógico y estratégico es que realice un gran acto en algún lugar que provoque controversia. Bueno, si en cierta medida era el objeto de Jesús entregar una lección y que ésta se “hiciese viral”, lo logro sin lugar a dudas.

Éste gesto irremediablemente lo pone en radical enemistad con la clase dirigente, el mundo religioso oficial en su totalidad. El gesto tiene un precio que debe pagarse, si quiere dar una lección para su generación y para las venideras, debe sacrificarse. El mundo entero contra él sería el resultado. ¿En cada época debe ser así? ¿Dios permite que en cada generación se levanten reformadores religiosos que expongan la decadencia e injusticias de su tiempo? ¿La vida de conflictos de Jesús constituye u  referente para nosotros hoy? Creo que sí…

 La experiencia terrenal de Jesús como verdadero hombre estaba enmarcada en los parámetros sociales cotidianos. Las costumbres y tradiciones de la época, no me cabe la menor duda que cultivaba una vida social normal, con la sola peculiaridad que no tenía donde vivir, era un predicador nómade. Su vida giro en torno a la idiosincrasia judaica, pero también fue testigo de los procesos socio/políticos que llevaron a adecuarse al contacto con romanos y extranjeros de diverso origen.

La ya comentada vida conflictiva y de continuos riesgos de Jesús, le hacían actuar con extrema prudencia, y hasta hablar en parábolas si fuese necesario para no perjudicar su misión innecesariamente. Pero en notables e inolvidables pasajes de los evangelios leemos experiencias que nos revelan la naturaleza social, fraterna y amorosa de Jesús. Su sorprendente encuentro con la mujer junto al pozo de Jacob, ese encuentro que dio una lección a los discípulos que sin duda no olvidarían y que les serviría de parámetro para su futuro ministerio pentecostal.

En medio de debates con fariseos sobre su asumida misión pastoral, tenía palabras de consuelo y cariño para los niños que se acercaban a él, podía contestar directamente a sacadillas que le tendían sus perseguidores y al mismo tiempo expresar “tus pecados te son perdonados” (S. Mateo 9:2), declaraba la falsedad y exponía las argucias de los sacerdotes del templo, pero declaraba a un paralitico “levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (S. Marcos 2:11)

Por ende, su vida sometida a presión e incomprensión en la mayoría de los casos, no menguo su visión y convicción en cuanto al propósito irrenunciable de su misión. Su labor social y espiritual estaba por sobre toda vicisitud. Tuvo oportunidad de reflexionar sobre su muerte y consecuencias que debería enfrentar, y asumió que ese era su destino trascendente, creía que aunque muriese había una vida eterna.

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