viernes, 13 de noviembre de 2020

VINDICANDO AL JESÚS DESCONOCIDO

Por: 


 W A L T H E R

 

 Reflexión basada en la lectura del libro "Jesús, aproximación histórica" de José Antonio Pagola.


Sin duda, deberíamos admitir que el Jesús histórico, jamás logrará dimensionar o conocer lo que atañe al Jesús real. El método histórico de investigación nos ha proporcionado y nos seguirá proporcionado información, datos, antecedentes invaluables para la reconstrucción del que es sin duda el personaje histórico/religioso más analizado, creído, seguido y admirado por los seres humanos. Sin embargo quisiera revindicar a aquel “Jesús desconocido”, a aquel fragmento histórico inalcanzable para ésta generación, aquella realidad vivencial de la que gozaron sólo unos pocos junto al Rabí, ese Jesús que sabiamente está lejano del método científico. ¿Podría sugerir que lo que no conocemos de Jesús debemos creerlo? ¿Debemos creer en el Jesús que recorrió galilea y del cual dan testimonio los evangelios? ¿Es necesario saberlo todo respecto a él?

Jesús vivió para invitarnos, vivió para persuadirnos a tomar la mejor decisión, invitarnos a conocer sus enseñanzas y porque no decirlo, sus propuestas. Cristo ha investido a su iglesia para ser su embajadora aquí en la tierra, es el Espíritu de Dios quién guía y orienta a sus representantes humanos, obreros con vocación sacrificial, quienes con diligencia y rigurosidad intelectual nos han presentado siglos tras siglos al Jesús histórico y al Jesús de la fe. Cada testimonio documental, oral y tradicional va conformando el cuadro completo de Jesús, el Cristo.

Pero como asimilar en nuestra experiencia personal tan amplio abanico de antecedentes aportados por la investigación, la experiencia y la fe, una fe que invita a aceptar los evangelios como antecedente legítimo y suficiente, pues ni las más acabadas disciplinas académicas pueden pretender reemplazarlas, sino que éstas con nobleza aportan con todos sus recursos a reconstruir para nosotros al Cristo resucitado.

El Cristo, al invitarnos a tener una experiencia nueva con Dios, lo hace desde su propio método pedagógico, el simple diario vivir, su carácter de amor dejaba impávidos a miles, actuaba como no lo hacía normalmente un humano común, ¿pero acaso Jesús no era también un humano común? sí, lo fue físicamente, pero acaso un hombre común ¿perdona a su enemigo? ¿Bendice a quien lo maldice?, Jesús sí, ¿lo podemos verificar históricamente? Lo creemos porque lo establece un concilio? ¿Con que Jesús me quedo? ¿Hay un punto en el cual el Jesús histórico se opone al real, o no nos permite ver con los ojos de la fe al sencillo Nazareno?

El Cristo que consuela, que anhelamos, es aquel que nos puede refrescar el alma, que se puede sentar con nosotros y escucharnos, que nos acompaña en cada paso que damos, sean estos pasos acertados o no, él está ahí, lo creemos, sino fuese así, nuestra experiencia de fe sería insípida y especulativa, falsa e inútil. Aceptar al Cristo vivo, es el fundamento de la experiencia que él quiere que tengamos, es una experiencia experimental real que sólo conoce quien lo vive ¿similar a la que él tuvo al caminar por los pueblos y aldeas? Exactamente la misma, ese es su deseo!

Es difícil determinar si ésta experiencia cercana con el Cristo vivo sería posible si reduzco todo a valiosísimos datos investigativos, pero también creo que la labor difusora del evangelio se ve invaluablemente enriquecida con el aporte geográfico, histórico, sociológico y arqueológico de la vida y obra de Jesús. Estamos hablando de una reconstrucción, que nace en la existencia real de Cristo y continúa su desarrollo testimonial con aportes de diversas disciplinas que intentan ahondar hasta el máximo de sus posibilidades para bendición del cuerpo místico de Cristo.

El Jesús que habla desde la vida, se hace eco de las vicisitudes de cada uno, vive lo que cada cual vive, es el Jesús que se introduce en la dura realidad del descartado social. Es ese Jesús que quiero vindicar y con el cual me quedo, aun si no tuviese las certezas que me darían el haber estado con él físicamente, es el Jesús que al fin y al cabo da seguridad a toda alma sedienta.

El texto de J. A. Pagola lo declara inequívocamente: “Todos podrán captar su mensaje” y el mensaje provenía de la vida misma del mensajero, no provenía de la lógica académica, sino de quien ponía de manifiesto en cada gesto y acción los principios celestiales asimilados por la vida humana, dejando un precedente ético y moral para las generaciones venideras que aceptasen por la fe su invitación humilde y sencilla.  

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