martes, 13 de abril de 2021

UN DIALOGO CREYENTE II


 

 Por:

 W A L T H E R

 

 En la única publicación que hice el mes de Marzo de 2021 titulada “Un dialogo creyente I” relate una experiencia extraordinaria en la que vi confrontada mi “conciencia racional suficiente” con la necesidad de iniciar un “dialogo creyente” con Dios. Recomiendo volverla a leer, quizás así podrán asimilar mejor ésta nueva publicación.

Para mí, aquella experiencia fue un hito, uno más de varios que Dios ha tenido bien concederme y que sin duda son parte de su plan de formación religiosa que en su misteriosa sabiduría despliega de una manera sistemática, oportuna e impresionantemente convincente y cautivadora. Simplemente éste Otro distinto a mí no deja de sorprenderme, es más, cada lección me conmueve, me humilla, me hace sentir tan incapaz, que la única reacción automática y natural es la del absoluto reconocimiento de mi orfandad y dependencia.

Es así como lo sobrenatural se mezcla con lo terrenal en una iluminadora relación pedagógica donde el único beneficiado aparentemente soy yo. ¿Es esta mezcla una expresión de su simpatía? ¿Será un gesto indicativo de aliento hacia mí? ¿Será que este proceso relacional debería madurar? En lo más profundo de mí ser, sé que estas preguntas llevan implícitas respuestas afirmativas, es así, lo sé, es la fórmula escogida por mi amigo, cuya morada yace en el infinito sideral, es la naturaleza del dialogo creyente, su misma esencia. Es la senda señalada para hacernos partícipes de la naturaleza divina, restaurarnos a su imagen, ser uno con él en propósito.

Desde una perspectiva humana, el dialogo creyente es la expresión libre, desinhibida y espontanea que mantenemos con el creador de todo lo que existe, con otro distinto a nosotros, no verificable ni sensorial ni racionalmente, sin embargo conscientemente nos rendimos a su presencia real. El dialogo creyente es hablar, conversar, discutir, contender con otro que nos rodea con su mirada, que escucha, toma razón y responde de la forma y en el tiempo que estima conveniente. El dialogo creyente nace de la extrema necesidad y angustia humana, cuando recordamos que somos mortales, inmundos y perversos, que no poseemos nada que nos pueda ser contado como mérito, cuando estamos sumidos en la impotencia, cuando llegamos a un desquiciado limite.

Sin embargo, puedo decirles por experiencia propia, que el dialogo creyente no siempre debería nacer de momentos apremiantes, a no ser que prime la ingratitud y el olvido de nuestra parte. Este maravilloso proceso de formación religiosa que ve su génesis en el misterio sapiencial del todopoderoso,  tiene como propósito darnos eternas lecciones, y que al ser éstas ignoradas, se deben irremediablemente que repetir, pero una vez comprendidas y asimiladas, el dialogo creyente debería convertirse en una práctica habitual, natural e innata.

En definitiva, he comprendido que aquel otro distinto a mí, mi amigo, el creador, busca anhelosamente restaurar en su plenitud el antiguo dialogo creyente del cual siempre deberíamos haber gozado, pero que nuestra conciencia racional suficiente nos la ha negado o mejor dicho se lo hemos permitido. E insisto, el dialogo creyente no es nuevo ni de manufactura humana, sino que es el dialogo que debería constituirse en la normalidad para aquellos que tienen el privilegio de haber comprendido la misteriosa sabiduría y el proceso relacional de lo alto. Si hay una reforma religiosa que realizar y una práctica devocional que restaurar hoy, esa sería el dialogo creyente, Un dialogo directo, reverente, recurrente y audible. Si esto nos resulta posible, viviremos en la experiencia de fe más cercana, renovadora, y genuina desde los días de Moisés.

 

Cuando Moisés entraba en la Tienda de la Reunión, para hablar con el Eterno, oía la voz que le hablaba de encima del Propiciatorio que estaba sobre el Arca del Testimonio, de entre los dos querubines. Así hablaba con el Eterno.

(Números 7:89)