jueves, 23 de septiembre de 2021

UN DIALOGO CREYENTE III

 

 

 

 Por:

 

W A L T H E R

 

 El dialogo creyente, es la conversación deliberada, vital y desnuda con el gran YO SOY, con el otro distinto y superior a nosotros. En efecto, el mundo sobrenatural se acerca a lo natural, te envuelve, te fusiona, no para generar jactancia ni presunción insensata, sino para incluirnos en la atmósfera de lo inmaculado sin adueñarnos de ella, pues ésta atmósfera es condicional, somos incluidos por el sólo hecho de ser buscadores y dialogantes. El dialogo creyente es habilitador de lo sobrenatural aquí y ahora.

La insistencia voluntaria en tal dialogo debe incluir el principio vital del reconocimiento de la propia inferioridad y necesidad. Es asumir la extraordinaria verdad ignorada inconscientemente de que ahora somos seres sin secretos, sin privacidad, sin escondrijos. Que desde que somos inmersos en lo sobrenatural mediante el dialogo creyente, estamos expuestos al cosmos, no hay partícula humana que no pueda ser escudriñada.  Participamos de aquella dimensión protectora y restauradora del ser, que es en definitiva, abandonarnos en los brazos de otro.

 En distintas circunstancias y fuera de ésta bondadosa dimensión, deberíamos experimentar la vergüenza y la humillación de la exposición, pero una vez inmersos en la dinámica dialogante la exposición juega a nuestro favor, el suave y delicado manto de lo sobrenatural nos proporciona la cobertura tranquilizadora de la amigable compañía del buen y fiel amigo, el cual es nuestro Eterno y Santo confidente.

Y como he afirmado antes “el dialogo creyente no siempre debería nacer de momentos apremiantes” (Dialogo creyente II). En efecto, si bien podemos ser conducidos a él por medio de circunstancias límites, éste dialogo sin lugar a dudas una vez encontrado se vuelve multiforme e innato, como también se le permite asumir osadas, sorprendentes y generosas expresiones. En otras palabras, si bien podemos iniciarnos en el dialogo creyente a través de una situación traumática, una vez conocido y asimilado logra un tierno e intenso anclaje.

Es muy posible que nuestro interlocutor eterno se encuentre en necesaria reflexión o descanso, pero nuestra seguridad radica en que éste siempre toma nota hasta del más pequeño suspiro emitido por quien se encuentra en su radio de alcance. Quizás el cansancio, el desánimo o la agónica lucha interior nos lleve sólo a balbucear un dialogo, como quien emite sus últimas palabras antes de morir, sin embargo no deja de ser dialogo habilitante, aún se mantiene dentro de la atmósfera sobrenatural y no quedará sin respuesta, ésta vendrá mientras esperamos. Y mientras esperamos, la vida continúa no en desconfianza y desesperación ¿Por qué? porque vivimos insertos en aquella dimensión protectora y aleccionadora, aceptando día a día la infinita voluntad de quién lo sabe todo.

La anhelada respuesta puede sorprendernos sin duda, y no debemos temer, el dialogo creyente es la garantía que asegura la dotación habilitadora para descubrir la multiforme manifestación de la respuesta, ésta puede darse a entender después de un abrir y cerrar de ojos, puede arribar directo a la conciencia, al amanecer, justo cuando escuchamos a los primeros pajarillos, con un velo escrito frente a nuestros ojos durmientes, una lectura devocional que aprieta nuestro pecho, un inesperado mensaje de otro ser humano que vive en dialogo habilitante. Ni siquiera un débil intento de dialogo será ignorado o quedará sin respuesta, pero eso sí, no cualquier diálogo, sino sólo el creyente en el gran YO SOY, el otro distinto y superior a nosotros.