jueves, 11 de noviembre de 2021

PROPÓSITO EVOLUTIVO

 

 

 

Por:

W A L T H E R

 

 Persevero con ahínco en la senda de lo trascendente, por la senda de la observación crítica y misericorde. Éste caminar no es ni puede ser común, descuidado o con prisa, debe ser realizado con ojo de águila, con paso firme, y con un claro propósito. ¿Cuál es ese propósito? Conservar incólume la convicción
frente al hechizo del destructor.

Dios, el Creador, el Verdadero, por una o varias razones me ha puesto una sencilla lumbrera en la mano derecha, y con ésta, alumbro cada paso que doy. El Verdadero, me ha conducido misteriosa y sorprendentemente hacia la madurez sapiencial. Madurez en términos de lucidez, visión y contemplación reflexiva, a fin de leer el entorno, el devenir y los procesos, con sus evoluciones e involuciones. ¿Cómo es esto?

La concreción del propósito trascendente y evolutivo radica en la generación de la firme convicción individual. En efecto, es la única vía que nos proporciona las herramientas para la supervivencia temporal y espiritual. La convicción formativa, aleccionadora y constructora del carácter, es independiente por antonomasia. Es decir, no es derivada ni adquirida, sino gestada originariamente desde el ser. De ahí que lo colectivo, lo gregario o comunitario en materia de ideas, principios, valores, ética y moral resulta obstructivo y de-formativo para el gran propósito, que es la belleza del carácter como consolidación de un proceso alimentado por sólidas convicciones personales.  

Debo admitir si embargo que lo comunitario, en etapas tempranas de búsqueda e investigación de lo trascendente, cumple una función de contención, consolación e iniciación. La comunidad, entendida como la instancia ocasional donde confluyen infinidad de universos vivenciales, es como el peldaño de una escalera, una vez que hemos llegado a él, podemos poner ambos pies y adquirir cierta cuota de seguridad y convicción, tomarnos un descanso permaneciendo allí algún tiempo y proveernos de insumos, mirar a nuestro alrededor crítica y misericordiosamente, entablar una rica comunicación, incluso generar fuertes lazos de cariño y gratitud. Sin embargo, debemos siempre recuperar la conciencia, mirar hacia arriba, respirar hondo y mover los pies para continuar la marcha ascendente. Ninguna de las agradables experiencias vividas en aquel peldaño, debe ser un lastre para el proceso evolutivo, el propósito es más deseable, la búsqueda de la perfección del carácter individual requiere la impostergable renuncia a todo el confort del peldaño anterior.

El propósito y anhelo debe ser irrenunciable y permanente. En el proceso de generación de convicciones personales debemos precavernos de estar exentos de recurrentes incertidumbres y pulsaciones emotivas, como tampoco divagar en procesos racionales egoístas, sino hacer uso de la sencilla lumbrera puesta en nuestra mano derecha por Aquel que es distinto y superior a nosotros, quien nos proporciona lucidez sapiencial, para leer nuestro entorno, comprender cada indicación en la marcha ascendente, para superar cada peldaño.

Ahora bien, comprendo y asumo que en la comunidad hay multiplicidad de universos vivenciales, y es la fuerza centrípeta que yace en su seno, la que efectivamente los une, ésta fuerza, es la búsqueda de lo trascendente. En efecto, es en ésta dinámica gregaria y viscosa donde pasado cierto tiempo, fructifican las autocomplacencias, los hartazgos, las complicidades, la amnesia, el musgo y la maleza no podada. En otras palabras, la función inicial de la comunidad se ve desgastada, diluida, permeada o incluso viciada. Los resabios de convicciones aún existentes comienzan contemporizar. Cada universo vivencial se paraliza en algún peldaño, y no sólo eso, sino que añoran los anteriores. Ninguno prosigue en su propósito, la gran mayoría interrumpe, olvida o abandona el proceso. Es el inicio de la marcha descendente, decadente e inmanente hacia la involución espiritual, sucumbiendo al hechizo del destructor. Es el destino predecible de todo aquel que descuida la sencilla lumbrera puesta en su mano con el propósito de iluminar su entorno. Luego preguntarán, ¿Por qué algunos se molestan en dar el siguiente paso? ¿Porque no permanecen con nosotros?

La senda evolutiva hacia la añorada trascendencia, demanda un espíritu independiente, crítico y osado, pero al mismo tiempo, generoso, empático y noble. La convicción individual para la emancipación definitiva de todo vínculo con la comunidad eclesiástica jurídicamente organizada, será generada desde nuestro ser, en tanto y en cuanto éste aprecie, conserve, utilice y confíe en el dador de la sencilla lumbrera. Dejemos que ella ilumine el siguiente peldaño en el proceso hacia la perfección del carácter.

 

Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino”.

(Salmos 119:105)