jueves, 5 de diciembre de 2019

ALGO DE FILOSOFÍA BIZANTINA


Comentarios y observaciones a la lectura del libro

FILOSOFÍA BIZANTINA
Del profesor Basilio Tatakis


Por:

W A L T H E R
 

Apropósito de lo leído en el libro del profesor Basilio Tatakis (Filosofía Bizantina pág. 60) en lo tocante a la espiritualidad monástica debo manifestar (con todo el reconocimiento y respeto que se merece el profesor Tatakis) varias discrepancias con algunas expresiones y nociones que el profesor describe sobre el cristianismo oriental. Si bien voy a aludir a la experiencia oriental mis observaciones son aplicables a toda la experiencia religiosa de la historia incluido accidente.

En el libro se describe al Monaquismo de corte místico, de amplia difusión en la iglesia oriental como un movimiento que “lucha contra la opresión de la impura materia” y luego describe “la estrategia” para combatir a éste opresor llamado impura materia. Un dato curioso, pero cargado de honestidad es el reconocimiento que hace el autor de las coincidencias y analogías entre la actitud de un monje cristiano y sus martirios con los estoicos y cínicos. Estas afinidades abarcaban tanto el pensamiento como el lenguaje. Punto seguido añade tajantemente que la convicción que tiene el monje respeto de la impureza de la materia es de origen neoplatónico. Ésta creencia del monje en la impureza de la materia es también descrita como “pesimismo” a lo que san Máximo el confesor se opone y condena sustituyéndolo por un “optimismo suave” de igualmente origen platónico.

En términos generales el estilo de vida de estas manifestaciones cristianas monásticas es el ascetismo místico consideradas practicas piadosas tendientes a la perfección. Para describir más ésta experiencia se señalan distintas obras realizadas por hombres pensadores y piadosos, referentes del ascetismo. Fuentes literarias donde se fijan sistemáticamente las pautas para la realización en la vida del monje la perfección monástica, y sin ninguna ambigüedad se reconoce que en todo esto hay una influencia de Pseudo Dioniso.

Me llama la atención que se describe al monasterio como una escuela preparatoria para la vida futura, en la cual el monje debe pasar la mayor parte del tiempo, sino toda su vida preparándose con arduas luchas personales y así realizar “las palabras evangélicas”.  
  
El monje Clímaco sugiere que para llegar a ser morada de las cosas incorpóreas se debe renunciar en todo lo posible al mundo y éste a la vez debe ir acompañado de un desapego interior de las cosas mundanas. Así como la profesión mística es incompatible con la vida del mundo hay que vivir en retiro y que la meditación le mantenga unido a Dios. Ésta es la alternativa que se ofrece para “morir al mundo” y así resucitar en la vida contemplativa.

Y como broche de oro, el autor escribe y cito textual (pág.66): “…es fácil reconocer en el ascetismo monástico motivos cínicos, platónicos y neoplatónicos. El ascetismo no sólo constituyo una mezcla de estos motivos, sino que supo servirse libremente de la tradición filosófica y apropiársela dándole un sentido nuevo”.   

Mis observaciones van destinadas a tres aspectos:

La primera tiene que ver con la identificación inapropiada de la práctica del ascetismo con el cristianismo, en éste caso del cristianismo oriental. Practica nada más alejada del cristianismo que los aludidos pensadores pretenden representar, y promover. Quizás por una limitada comprensión del autor respecto de la vida y obra del mismo fundador del cristianismo y sus más directos discípulos. El ascetismo es más bien una práctica radical de mortificación personal y mental que en nada representa al cristianismo primitivo. El único fundamento que logro dilucidar para dicha práctica es la helénica pagana con sus propuestas y conclusiones de lo que debe ser una vida de santidad o ejemplar, más que una genuina fuente formal basada en el testimonio directo de Jesucristo y sus Apóstoles. Y si de alguna manera se ha logrado fundamentar dichas prácticas ascetas-místicas en ejemplos sacados de los textos sagrados, ha sido por interpretaciones gnósticas y espiritualistas, más no literales. Por ende podríamos estar frente a una histórica y espectacular disciplina espiritual que ha trascendido el tiempo y se ha arraigado en la tradición cristiana, tradición que con el tiempo ha llegado a ser lo comúnmente entendido como el medio o alternativa para el ser humano que emprende una búsqueda del Dios cristiano, cuando en realidad y por doloroso y decepcionante que sea sólo constituye una práctica u observancia derivada o tomada de cualquier otra fuente menos de alguna que se pueda asociar al cristianismo fundacional. Más bien como ya cite al profesor Tatakis, “…es fácil reconocer en el ascetismo monástico motivos cínicos, platónicos y neoplatónicos”. Y añado yo: “pero no cristianos propiamente tal”.

Alguno podría contra argumentar que éstos elementos más bien fueron asimilados al cristianismo “dándole un nuevo sentido” (como también afirma el profesor Tatakis). Lo que respondo que en tal caso, entonces lo que tenemos es sólo un cristianismo nominal y amalgamado, más no sustancial y real. Y éste cristianismo (oriental y occidental) es el que se ha presentado y promovido por siglos al mundo entero.

Mi segunda observación tiene que ver con el movimiento monacal o monaquismo, como estilo de vida religiosa y devocional.

Autores como Juan Cárpatos, Juan Clímaco, o el mismo San Máximo nos dieron sendas orientaciones respecto de cómo ser un buen monje, describieron en cada detalle el ideal monástico en lo que atañe a la actitud, prácticas y decisiones a seguir por quien aspira a someter el cuerpo y la mente sucia y corrupta. Sin embargo el estilo de vida monástico fuera de todo lo romántico, ideal e idílico con que se le pueda describir, históricamente no ha podido evidenciar los beneficios espirituales para la perfección de las comunidades que se han organizado para vivirlas. Al contrario, son muchos los documentos históricos y autores que se han expresado desfavorables a tal estilo de vida considerando incluso las prácticas ascéticas y monásticas místicas como perjudiciales tanto social, psíquica y espiritualmente para las personas. De ahí mi inquietud respecto a que si realmente desde el punto de vista histórico literario estamos recibiendo la información acertada respecto del cristianismo en general.

Una tercera observación respecto del texto del profesor Tatakis, tiene que ver con la implementación del estilo de vida “ascético cristiano” o “espiritualidad monástica”.

Ya hablábamos al comienzo de los consejos dados por sabios y autores cristianos piadosos, en el sentido de que es necesario practicar el retiro o aislamiento del mundo en aras de la búsqueda de la piedad y martirio del cuerpo. Consejos y prácticas nada más alejados de la realidad cristiana. Es cierto que los textos sagrados cristianos identifican al cuerpo de creyentes como un “pueblo singular y distinto” entendido esto como la distinción en el testimonio de vida que debe dar el creyente en contacto con el mundo (no creyente en el Dios verdadero), apartado para un servicio especial y dedicado, en el sentido que nuestra lealtad debe manifestarse irrestrictamente hacia ese Dios que elegimos servir. Pero el objeto de ésta reserva, consagración es el promover la fe, siendo luz del mundo y ejemplo de rectitud y santidad en medio justamente de una sociedad que carece de estas virtudes.

Pero éste fin se pierde o más bien deja de cumplirse con el repliegue de un sector importante de la EKKLESÍA a monasterios y conventos, so pretexto de buscar a Dios, servir al prójimo y alcanzar la tan esperada perfección del carácter cristiano.

Mis observaciones en concreto apuntan a que después de una lectura paciente y dedicada del libro del profesor Tatakis, me es licito atreverme a cuestionar o por lo menos a generarme cuestionamientos legítimos y siempre respetuosos de lo que por una parte es aceptado generalmente como la experiencia de la iglesia o el fenómeno religioso y lo que teóricamente debió ser el desarrollo del devenir del cristianismo sino se hubiese dejado afectar de tal manera por el poderoso influjo platónico y neo platónico.