miércoles, 4 de diciembre de 2019

El ETERNO PARANGÓN entre JESUCRISTO y Sócrates



Por:
 
W A L T H E R


Introducción

Se suele insistentemente comparar a dos figuras incuestionablemente históricas e influyentes en la civilización occidental. Se insiste hasta el cansancio en analizar, comparar, y hasta competir entre figuras notables por su vida, testimonio, enseñanzas y legado ético, histórico, social y moral. La comparación no es caprichosa sino justificada intelectualmente y edificante moralmente. Fuente de moralejas y sentencias que a más de alguno ha cambiado su mirada del mundo y la vida o perspectiva pasada, actual o porvenir.

La vida del otro sólo cobra importancia en la medida que ésta presenta un notable contraste o al mismo tiempo similitud con la nuestra, cuando la vida del otro significa un reproche o llamada de atención directa sobre lo que ha sido hasta entonces nuestra perspectiva de cómo se debe proceder frente a situaciones que comprometen nuestros interesas más íntimos.
Sin lugar a cuestionamientos tenemos en la historia universal dos referentes que por cultura general debemos conocer y reconocer como dignos de atención aunque sea por una sola vez en la vida, darnos la oportunidad de ser enseñados por ellos. Sondear meticulosamente lo que ellos pueden enseñarnos desde los rincones más lejanos de la historia.
Sócrates y Jesucristo.

Ambos tuvieron vidas notables y revolucionarias, ambos dejaron sendos legados a generaciones sin fin, ambos fueron dignos de ser considerados maestros y mentores, ambos fueron sucedidos por fieles discípulos, de ambos se han escrito miles de páginas, su vida no pasó desapercibida, tampoco su calvario y muerte. Y si bien también hay insalvables diferencias, desde el punto de vista histórico y del pensamiento profundo y noble, nadie puede sustraerse de tan notables personajes que han trascendido en el tiempo.

Me impresionó notablemente la vida de Sócrates, sus relaciones personales, sus reacciones ante lo predecible, sus diálogos y pensamientos. Su posición ante lo que él considera moralmente correcto o justo. Su firmeza, integridad y consecuencia aun a riesgo de perderlo todo.

De todos los diálogos, El Critón me parece que mejor recoge la esencia misma de las convicciones de Sócrates, es el dialogo más inspirador, y generador de reflexiones al punto de ineludiblemente compararlo con la única figura moral comparable, la de Jesucristo.

Queda de manifiesto una obediencia irrestricta a las leyes del Estado, no sin antes hacer uso del “derecho a la persuasión”, donde seguramente se hacen todos los esfuerzos por convencer o hacer entrar en razón a éste ente todopoderoso capaz de señalar los destinos de cualquier ciudadano bajo su gobierno. Sin embargo lo que llamados o entendemos como estado no es un órgano que está en las alturas de los cielos integrado por semidioses inerrantes ordenando lo que deben hacer o no hacer sus ciudadanos, sino que el Estado está formado por personas de carne y hueso, que sienten, hablan, escuchan, y tienen vida como cualquier mortal. Y como el Estado no es más que una agrupación de personas con cierta dosis de poder, también como buenos mortales son susceptibles de influir, persuadir, prejuiciar o corromper, que es precisamente lo que ocurrió en relación con el gran Sócrates.
Lo notable y rescatable es justamente la actitud y templanza de Sócrates frente a leyes, jueces y decisiones tomadas por quienes ostentan el poder de dictar sentencia. Donde el dialogo se centra en hacer una bifurcación entre la realidad jurídica y el trasfondo moral de la experiencia traumática al fin y al cabo. Donde la vida y la existencia humana penden de distintas fuerzas no siempre depuradas por la justicia y la nobleza humanas, virtudes difíciles de hallar por cierto

Sócrates se planta frente a una disyuntiva que para él no fue difícil de resolver, pero si a quienes no habían desarrollado la virtud del gran filósofo y que en su inmadurez y lentitud experimental no concebían tal hidalguía y resignación. Toda la experiencia fue una escuela de aprendizaje que iba a proyectarse hasta nuestros días. Así como Critón, hoy los modernos Critones seguimos dialogando y admirándonos de la casi incomprensible actitud de Sócrates ante tamaña integridad. Quienes en ésta última generación se declaran discípulos de Jesucristo, no pueden menos que reconocer en Sócrates un maestro y mártir que encarna las virtudes del hombre bueno, uno de los hombres más buenos que ha vivido sobre la tierra…

Frente al Estado

Hay declaraciones de las cuales podemos hacer sendas reflexiones e intentar llegar hasta la médula del espíritu de Sócrates.

 En la introducción del libro Critón pág. 13 hay una declaración interesante: “el individuo tiene derecho a ser escuchado, pero no tiene derecho a ser juez en su propia causa”. Aquí denotamos el germen del equilibrio, la sensatez y el dominio propio fundado en la integridad. ¿Cómo puede la naturaleza humana misma ejercer una atribución otorgada por el Estado y al mismo tiempo someter a la misma al dictamen de otro? ¿Cómo sustraerse a la tentación o tendencia natural a ser juez y parte? Y si resulta posible admitir que la sentencia es señalada por otro distinto a mí, ¿de dónde podría surgir la capacidad anti natural de someterme a una decisión, y más cuando ésta comete una injusticia?

Desde ya Sócrates asume la actitud del hombre justo, aquel que renuncia a sus propios interesas personales, aquel hombre desprovisto de egoísmos o de corazón dividido. Tal vez el hombre justo asume de sopetón en su fuero interno que nació para la eventualidad de convertirse, si sus principios éticos y morales así lo requieren, en mártir. El sentido de justicia o “de lo justo” así lo sentencian. Esto no solo implica decisiones, sino que involucra acciones, hechos o testimonio personal, sus decisiones deben ir respaldadas por una vida de convicciones, de obras de justicia, de fama de hombre justo bien ganada, sin hipocresías ni dobleces. Sean cual sean las circunstancias, venga de donde vengan las coerciones, el principio rector siempre será lo justo. De aquí la personalidad a veces incomprensible para nuestra mente corruptible y voluble no entrenada en la verdad y la nobleza. Nuestra naturaleza misma tiende a rebelarse ante la decisión hecha sobre nosotros y que consideramos arbitraria e injusta. Aquí yace la gran diferencia con Sócrates, un ser único en su especie, que frente a una injusticia, una sentencia viciada por intereses políticos o prejuicios adquiridos, opta por reconocer la voz de la autoridad, rechazar toda opción de evadir a la justicia que como bien se señala en la introducción del Critón pág.13: “el fallo fue injusto, pero perfectamente legal”. No podía haber vivido una vida respetable y sincera, para en la crisis de su vida contradecir su poderoso testimonio de vida entregándose apasionadamente a la predecible y natural rebelión humana.

Jesucristo, llamado por los profetas “varón de dolores, experimentado en quebrantos” supo bien lo que fue vivir una vida justa, supo bien lo que fue la incomprensión al conducirse en sociedad bajo principios que distaban mucho de la regla moral, ética y social predominante. Sus obras de justicia, su nobleza y autoridad moral hacían a veces innecesaria que saliese una palabra de represión de su boca, su vida diaria misma, sus hechos justos eran una reprensión muda a todo aquel que observaba con interés su carácter. Jesús puede sin duda alguna encarnar a aquel que sufre injusticias por causa de la justicia: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia (o vivir justamente); porque de ellos es el reino de los cielos” (S. Mateo 5:10)

La experiencia del filósofo Sócrates encuentra impresionante similitud con el testimonio escritural de Jesucristo. Jesús estableció principios rectores a todos las generaciones que se declaran sus discípulos. Señalo la no intervención de la iglesia en los asuntos del Estado, la separación de poderes, tanto espiritual como temporal, enseño a someterse a toda autoridad por más injusta que ésta sea, salvo cuando ésta ocupe su autoridad para regir las conciencias de las personas. Jesús fue acusado injustamente, se falsearon sus motivos, se tergiversaron sus actos y palabras, se presentaron falsos testigos que le escucharon afirmar esto o aquello, sugirieron que era una amenaza para el Estado, que estaba corrompiendo al pueblo, conspirando contra Roma, y rebelándose contra las autoridades religiosas judías.

En otras palabras se desarrolló una sistemática campaña de desprestigio y difamación en su contra y que termino en vejámenes, comparecencias a tribunales en las condiciones más abyectas y terminando sentenciado a muerte. Jesús al igual que Sócrates, no se rebeló ante sus acusadores ni uso de la violencia para imponerse. Jesús en sus respuestas bajo interrogatorio fue preciso y conciso. Siempre argumento con la verdad.

Sócrates plantea una premisa que es contundente en Gorgias pág. 469c y que viene a condensar lo expuesto hasta ahora, y es: “que lo racional es evitar cometer y padecer injusticias, pero si uno tiene que optar de manera excluyente entre lo uno y lo otro, entonces es preferible padecer una injusticia a cometerla”. De ahí que Jesús, al igual que Sócrates mantiene sin mancha su testimonio personal de hombre justo, aún si ello implica perder todo lo que tienen, incluso su propia vida. Ciertamente tenían en vistas que sus convicciones trascenderían el tiempo y la historia para nuestro ejemplo y beneficio.

Persuasiones

El cariño de Critón hacia Sócrates es palpable en primera instancia, Critón, sin poseer la potencia intelectual comparable a la de su amigo Sócrates, es sincero y amate. Y expresa su más seria preocupación por la vida ya en grave peligro de su amigo y maestro.
Todos sus bienes materiales son puestos por decirlo de algún modo a los pues de Sócrates, es decir a su disposición. La logística ha hecho lo suyo, Critón ha persuadido a guardias y amigos lejanos para prestar todo el apoyo necesario al posible prófugo de la ley. El criterio que se sostiene es ilícito, emocional, desesperado, pero aun así Critón está dispuesto a sugerirle el gran plan a su amigo.
Ingenuamente Critón intenta persuadir a Sócrates, presentándole “los reinos del mundo y su gloria” cual Satanás a Jesús en el desierto de la tentación. Un plan atrayente, que apela a la naturaleza humana misma, a la carne misma que rehúye el peligro, la muerte o amenazas, el plan sólo pretende satisfacer un deseo personal motivado por el amor, pero ignorando absolutamente las convicciones de Sócrates, un amigo y discípulo que al parecer no ha aprendido nada, ni siquiera por la observación de una vida justa.

Critón recibe en las horas posteriores a su gran sugerencia de escape final una lección que sin duda marco su existencia posterior, cual novato aprendiz se pasaría el tiempo en aquella celda escuchando con atención las lecciones de rectitud y seguridad que Sócrates le iba a entregar, sus últimas lecciones y las más lapidarias.
Una situación similar encontramos en la experiencia pre crucifixión de Jesús. Pedro, uno de los discípulos del Maestro de Galilea, apasionado, comprometido, de rápido hablar y de acciones decididas se adelanta a sugerir un graso error: “Y Pedro lo llevó aparte, y empezó a reprenderlo. Le dijo: "¡Señor, lejos de ti! ¡De ningún modo te suceda eso!" Pero Jesús, volviéndose, dijo a Pedro: "Quítate de delante de mí, Satanás. Me eres tropiezo, porque no piensas como piensa Dios, sino como piensan los hombres" (S. Mateo 16:22,23)

Es con firmeza, pero al mismo tiempo con una compresión profunda y consideración paternal que Sócrates comienza a argumentar y a dialogar con su amigo Critón, intenta hacerlo reflexionar, a racionalizar y crear valores y principios inamovibles.
Ambas experiencias contrastan, con un Sócrates llano, pasivo y resignado, por otro lado un Critón ansioso, perplejo y al borde de la confusión. La tranquilidad de Sócrates perturba!
De igual manera durante el agobiante y burocrático proceso que llevo a Jesús a la cruz, rescatamos lo sucedido ante el gobernador Poncio Pilato: “Pilato entonces le dijo: "¿Oyes cuántas cosas testifican contra ti?" Pero Jesús no respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho (S. Mateo 27:13,14)

La tranquilidad o paz interior que trae el estar obrando conforme a los dictados de la conciencia, el estar profundamente convencido de que se está en lo justo, el no albergar remordimientos es el resultado de un ejercicio practicado durante toda la vida. Cuando la rectitud es practicada como principio rector, ésta se fortalece hasta echar profundas raíces que ni viento o tempestad podrán derribar.

Famosa son las expresiones de Critón en la celda al decir: “para traerte, Sócrates, una noticia dolorosa y agobiante, no para ti, según veo, pero ciertamente dolorosa y agobiante para mí y para todos tus amigos, y que para mí, según veo, va a ser muy difícil de soportar”.
Claramente Critón no había experimentado algunas cosas, o quizás le hacía falta estar en el lugar de su amigo?

El sacrificio

Critón asumía la muerte de Sócrates como la pérdida de un padre. El dolor que estaba experimentando por tal perdida era insuperable para Critón. Era impresionante la estela de buenos ejemplos que Sócrates había dejado donde quiera que estuvo, que hasta el funcionario de los Once tuvo palabras de cariño y consideración hacia el condenado. ¡Que lección para Critón!
Frente a todas las expresiones de dolor y pesar de sus amigos ahí presente, Sócrates se mantuvo sereno y hasta sorprendido. Los amigos rompieron en lágrimas y hasta Critón no aguanto más una vez Sócrates bebió el veneno, esto provoco unas sorprendentes exclamaciones del maestro filósofo: “!qué manera de comportarse, admirables amigos! Fue especialmente para evitar tales desatinos de ésta especie que despedí a las mujeres, pues he oído decir que hay que morir con buen augurio. Les pido que se calmen y se contengan”. (Critón Pág. 72)

De igual manera Jesucristo tuvo la oportunidad de reunirse con sus amigos (discípulos) una día antes de su sacrificio expiatorio, también enuncio algunas palabras que marcaron la experiencia de aquellos acompañantes en la última cena, también se generaron diálogos íntimos y decisivos que trascenderían las épocas. También ya Jesús había estado tranquilo todas esas horas, templado, confiado y sereno, estaba totalmente preparado para la hora de su muerte. Y también expreso palabras de aliento y consuelo: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí” (S. Juan 14:1)

Conclusión

Sócrates está entre los grandes referentes de la filosofía y el pensamiento universal, no sólo por su contenido filosófico, sino por su talante humano. Su legado trasciende generaciones y aun hoy quedan planteadas muchas interrogantes respeto a su proceder. Su testimonio seguirá siendo fuente de investigaciones y reflexiones. Su postura inamovible sobre la vida y la muerte, la justicia e injusticia sientan las bases para pensadores posteriores, pensadores que han elaborado variados sistemas de pensamiento justamente inspirados en el gran Sócrates.