miércoles, 23 de diciembre de 2020

PLENA CONFIANZA EN EL TEXTO SAGRADO

 

Por:


 W A L T H E R

 

 Introducción

 

Quisiera en estas breves palabras, solamente reafirmar algo que me llena de seguridad e inspiración. Y es, el estimular la confianza en la Palabra de Dios como el resultado de una larga tradición y cooperación entre congéneres que tuvieron a bien el compromiso, dedicación y responsabilidad de relatar, transmitir y escribir lo que hoy atesoro como un legado a la humanidad, un pedacito del cielo escrito en papel por manos humanas defectuosas, pero que laboraron convencidos e inspirados por Dios.

De igual manera, escribo mis apreciaciones sobre algo que de seguro otros ya han escrito, pero no por eso son menos importantes. No escribiré un gran tratado sobre cómo llegó a ser escrita la Biblia, sin embargo en mi corta experiencia como investigador, algo he entendido de dicho proceso, no será perfecto, pero sin duda el esfuerzo a contribuido a mi experiencia personal y académica.

 

Generando una reflexión

 

La Biblia como fruto de un extensísimo y arduo trabajo de composición, no hubiese jamás existido si los acontecimientos allí narrados no hubieran sido considerados de trascendencia cósmica. Es decir, debían ser recopilados y escritos, tenía que ser así, dada la situación de desamparo en la que los habitantes del mundo se encontraban por su conducta de franca rebeldía a su Creador, éste debía involucrarse para el recate de sus propias criaturas. El desarrollo del testimonio escrito aseguraría la presencia de Dios en medio de quienes iban ser sus testigos.

Las sociedades mutan, avanzan y se extinguen, y en este ir y venir, Dios interviene en medio nuestro, pero quien sabe si la próxima civilización conocerá de éstas irrupciones divinas. Si alguien no registrara los acontecimientos, no quedaría rastro ni memoria alguna de nada ni de nadie, ni siquiera de Dios. Y es así como éste mismo Dios se asegura que no haya hombre en el mundo que no ignore acerca de las grandes obras de su creador.

Desde un comienzo me llamó la atención lo que podríamos llamar el “el proceso de generación de la Biblia”. Recuerdo vívidamente las palabras de mi profesor al afirmar que: “La biblia antes de ser escrita, fue vivida”. Y esto es justamente una afirmación lógica y racional.

Como es de esperar desde que la raza humana habita este mundo, ha vivido innumerables experiencias, y si las situamos en un contexto cronológico más amplio podríamos hablar de hitos o hechos históricos trascendentales que “merecen ser consagrados”. La pregunta es, ¿Por qué consagramos éstos hechos/experiencias? Y respondo: para que millones de personas que conformaran las generaciones posteriores, puedan tener acceso, si bien no a todo, si a las experiencias que son significativas para el devenir de la civilización humana.

Consideremos algunas herramientas de transmisión, partiendo por la vía oral, cada responsable de una familia relata a sus hijos y nietos, lo que a su vez recibió de sus padres y abuelos, los detalles, las pasiones y las impresiones son absorbidas por oídos y mentes ávidas de esperanzas, promesas o identidad. Éstas generaciones receptoras de los épicos relatos a su vez continuarán “la misión”, procurando en todo caso ser fieles a la información atendiendo a su naturaleza Divina. Y aquí introduzco un elemento que distingue sustancialmente la esencia de éste relato de otros, que también se han transmitido oralmente, pues los acontecimientos si bien tienen como protagonistas a seres mortales y corrientes, éstos están por así decirlo bajo la sobrenatural voluntad del Creador, y son por ende catalogados de “testimonios canónicos”, que por costumbre social, tribal o familiar se van consagrando como la historia fidedigna de la providencia de Dios para con su pueblo. De aquí deriva la confianza y certeza de que lo que se ha transmitido es así y no de otra forma, pues cuenta con un factor clave, la infalible injerencia divina en la realización de los hechos, su conservación y orientación a la hora de plasmar por escrito lo que con posteriorirdad se considerará la palabra de Dios.

Y como bien aprendí de mis profesores, en éste proceso creador de verdades vivenciales a través de la historia, es Dios mismo quién se manifiesta entre su pueblo débil y defectuoso, para aconsejarlo, iluminarlo y fortalecerlo, es Dios por su Espíritu quien entra en nuestra realidad limitada, se mezcla y hasta se mimetiza, pero ahí está, en medio nuestro. Dios no nos aísla como en un laboratorio para experimentar con nosotros e introducirnos su voluntad en la cabeza, sino que en la cotidianidad de la vida, ilumina sabía y amorosamente nuestro entendimiento, a la vez nosotros, sus criaturas que le tememos reverentemente nos sometemos voluntariamente a su dirección, sin ésta aceptación de la voz de Dios a nuestra conciencia sería imposible la realización del hecho y la experiencia religiosa.

A partir de éste proceso histórico/religioso trasmitido de generación en generación, evolucionamos irremediablemente a un paradigma más identitario, propio, característico, hablamos de una religión propiamente tal, teniendo su fundamento cimentado en experiencias y relatos de fe, con todos los elementos propios de un sistema de culto. Las generaciones ya maduras y solidificadas han modificado su relación con lo divino, las relaciones suelen ser ahora fraternas, hay códigos de conductas sociales atravesadas por imperativos éticos/morales que estructuran una cosmovisión particular de la vida. Nos volvemos en cada generación una sociedad siempre en constante perfección, desde nuestros condicionamientos socioculturales y morales, a la perspectiva segura de guía sabia para perpetuar la verdad oral y escrita. “…para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”. (Lucas 1:4-BJ)

El Apóstol Lucas expresa de forma inequívoca éste proceso de generación de la Biblia, o de reconstrucción oral y escrita de los hechos considerados por él como la verdad, en Lucas 1:1 habla de “narrar ordenadamente las cosas”; en el versículo 2 continúa: “las han transmitido los que desde el principio fueron testigos...”; el versículo 3 dice: “escribírtelo por su orden”. Lucas reconoce que él ha puesto toda su diligencia y empeño en investigar todo desde sus orígenes.

Y en ésta sinergia comunicacional e investigativa de miles y miles de testigos a través de los siglos, yace el objetivo y anhelo divino, que es hacer del hombre un participe de la voluntad divina, de la misma naturaleza divina, entendida ésta como la plena restauración de la imagen de Dios en la criatura humana finita. Levantar a la raza caída y débil desde su bajeza humana, hasta una condición igualmente humana, pero dignificada por la fortaleza y compañía divina.

 

Conclusión 


En vistas de ésta doble naturaleza (humano-divina) en el proceso de transmisión, es que se consolida la Biblia como un documento de manufactura humana, con palabras de humano entendimiento, pero que sin duda es guiada por una voluntad superior que hace de la iglesia su morada. Es decir, un libro humano inspirado por Dios. El ser humano, es el receptor y transmisor del testimonio de Dios a la comunidad de creyentes.

En efecto, podemos estar tranquilos y abandonados a la lectura de los textos sagrados canónigos, con la certeza de que jamás nos indicarán el camino equivocado, tenemos el privilegio y la clave para no errar jamás, siempre y cuando segamos sus verídicas orientaciones.