miércoles, 30 de diciembre de 2020

VENCIENDO MIS ENTORNOS

 

Por:


 W A L T H E R

 

 Caminando por los pasillos de un aeropuerto, en actitud reflexiva en medio de un entorno que no favorece para nada ese proceso mental. Mi actitud no podría ser posible, sino fuese por la profunda preocupación por lo que soy o debería ser y hacer. Es ese sentido de responsabilidad que he asumido desde hace muchos años y que se ve desafiado y enfrentado a la vez por ese entorno al que aludo, si bien todos me ignoran involuntariamente, pues cada cual tiene algo que hacer, tiene un destino, una misión, una responsabilidad o simplemente una preocupación. Al contrario, yo sí me esfuerzo por recorrer cada ángulo de ese entorno, una mirada escrutadora y panorámica que detecta a cada uno de quienes puedo alcanzar con mis ojos, personas que a simple vista son atrayentes, otras repugnantes, unas hablan de forma aceptable y educada, otros son vulgares y simples. Algunos que se detienen a mi lado, se comportan y expresan literalmente como retrasados mentales, seres humanos totalmente deconstruidos, despersonalizados, y patologizados. Son tantos y tan diferentes, cada uno un universo basto y profundo. Todo es desalentador.

 ¿Y yo? Uno, superado y profundamente frustrado. Yo, viajando para dictar unas conferencias, unos seminarios y una que otra visita a algunos hogares. Yo, apunto de recorrer miles de kilómetros vía aérea para dirigirme a un puñado de personas a quienes aprecio profundamente. ¿Y qué de mi entorno? ¿Ellos no deberían ser mi público oyente también? ¿Cómo puedo caminar entre ellos con la mente puesta en aquel puñado de personas que me esperan y no angustiarme por los miles que me rodean?

 Todo esto es como dejar caer una gota de sudor en el océano, ciertamente esa gota no cambiará ni el color, ni el sabor del mar, ni influirá al punto de desbordar los límites marítimos globales. El incontable océano humano que me rodea día a día es una ola de tsunami que no tiene la menor idea que existo ni a que me dedico, si ésta ola me envolviese con su furor, ni cuenta se daría que un cuerpo extraño yace entre sus ondas violentas por más que mueva manos y piernas.

Es ineludible reflexionar en ésta angustia interior tan desgastante y recurrente. Cuando conoces el mundo y su naturaleza hostil, cuando observas la degradación y humillación humana inconsciente y vertiginosa, irresponsable e ignorante, es como que la gran muralla china te cayera encima sin previo aviso. Ansiedad, angustia y frustración, son las únicas sensaciones que imperan en la mente. La maldad humana envolvente y poderosa te presiona hasta penetrar las mismas neuronas, ella quiere ser parte de tu torrente sanguíneo.

Y es justamente en éste punto de inflexión, en el mismo fondo marino de las emociones humanas, cuando las aguas son más oscuras es que me pregunto ¿Y que si simplemente no quiero la vida eterna? ¿Y si me conformo sólo con esta vida temporal? Lo terrenal me basta, no quiero vivir eternamente, quiero hacerme responsable de mi propio fin. Mi amor y preocupación por el prójimo no es suficiente ni da abasto, soy un fracaso total, soy odiado, difamado, impopular, solitario, errante y el mundo no tiene disposición a escucharme. Quién lea estas lineas habrá escuchado alguna vez: “¡se me vino el mundo encima!”.

De pronto, escucho por el altoparlante una voz femenina que anuncia mi vuelo. Aquel aviso me saca abruptamente de la vorágine reflexiva. Y mientras comienzo a abordar, respiro hondamente y pienso ya más consiente, que el propósito del enemigo de Dios, es ejercer tal presión psico-emocional sobre nosotros, que nos rindamos incondicionalmente o que procuremos descansar del acoso, deseando no existir, ciertamente ambas decadentes opciones las he pensado mil veces.

Sin embargo, puedo afirmar con seguridad y fe, que aún una oscura fosa circunstancial, puede ser penetrada por un rayo de luz lanzado desde el inconsciente, para rescatarnos de una caída al vacío, que como la piedra lanzada por David, puede derribar estrepitosamente al gigante entorno dominado por el destructor y hacernos una vez más, verdaderamente libres.

 Al sentir como el avión se eleva hacia mi destino, miro el aeropuerto que queda atrás y con él, el entorno que insistentemente me provocara tan oscuro proceso reflexivo.

 

“El amor es sufrido…todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

(1 Corintios 13:4,7)