sábado, 22 de agosto de 2020

ÉSTE ES MI TRABAJO

 


Por:
  
       W A L T H E R

Martín Lutero dijo una vez:

Estudiar es mi trabajo. Este es el trabajo que Dios quiere que haga, y si le agrada, Él lo bendecirá”.

Luego añadió:

“Me gustaría ver a un jinete que se sentara conmigo todo el día a mirar un libro sin tener ninguna otra preocupación más que escribir, pensar y leer. Pregúntale a un… predicador…si escribir y hablar es trabajar… La pluma es ligera, eso es verdad…Pero cuando se escribe, la mejor parte del cuerpo (que es la cabeza) y el más noble de los miembros (que es la lengua) y la facultad más sublime (que es el habla) deben unirse y trabajar como nunca antes. En las demás ocupaciones sólo se necesita, el puño, el pie, la espalda o algún otro miembro; y mientras están haciendo esa otra labor se puede cantar y bromear, cosa que el escritor no puede hacer. Se dice de la escritura que “solamente se necesitan tres dedos para escribir”; sin embargo, todo el cuerpo está trabajando, y el alma también”.

“Que los ministros se dediquen diariamente a sus estudios con diligencia, ocupándose continuamente en ellos…Que perseveren en su labor de leer, enseñar, estudiar, reflexionar y meditar. Que no se detengan hasta que hayan descubierto y estén seguros de que le han enseñado al diablo hasta matarlo”.

(Citas del libro: “La heroica valentía de Martín Lutero”, de Steve J. Lawson, Págs, 38,39 en español)

Las almas mediocres y moribundas de aquel tiempo seguramente criticaron al hermano Martín por reflexionar acertadamente sobre el trabajo de leer, enseñar y meditar, percibiendo equivocadamente que, si dedicas la vida a escribir, hablar o reflexionar, en realidad no trabajas o no eres un trabajador propiamente tal. Bueno, estas maliciosas críticas serían resultado de la más profunda ignorancia y estarían auspiciadas por las más bajas pasiones. Éstos argumentos no detienen a quienes movidos por supremos llamados y firmes convicciones son señalados providencialmente para sacrificar su vida en la misión de iluminar a las malagradecidas muchedumbres. 

Podríamos preguntarles a aquellos que critican tan livianamente: ¿Estarían dispuestos a postergar o renunciar a sus proyectos personales, para volcar toda su existencia a profundizar sobre aquello (lo espiritual) que no ha llegado a ser (o debería ser) de interés general y de lo cual depende la vida eterna de millones de personas? ¡Ciertamente la respuesta sería un rotundo no! No estarían dispuestos. Primero porque las mayorías simples fijan su atención en la realidad inmediata, en la satisfacción de los deseos temporales y en lo que en su diminuta noción de felicidad creen, que invertir en lo trascendente supone una pérdida de tiempo. Segundo, por regla general no están naturalmente dotados de las facultades intelectuales superiores ni de la sensibilidad para emprender una labor de naturaleza religiosa que supere los paradigmas adquiridos y aceptados. Tercero, en el caso que tengan interés en lo trascendente y haya caminado en la senda de lo espiritual y sin embargo no conocen por experiencia vivencial lo que significa el desarraigo de todo interés mundano de satisfacción propia, de la dedicación sin medida de todo el ser a millones de desconocidos e ingratos congéneres, evidencian sus profundas tinieblas espirituales e imprudencia intelectual o derechamente frustración por no poseer lo que le fue dado a otro.

Dicho esto, la conclusión obvia es que quien no esté dispuesto a entrar en las labores de pensador, no emita juicio hacia quien si a decidido aceptar el llamado a trabajar como tal. Con esto no estoy desconociendo que no haya hasta cierto punto un proceso reflexivo y creativo en las almas simples, mi punto focal está en quienes invierten todas sus energías físico/cognitivas y espirituales a dicha labor, que en la ejecución de su misión van dejando en el camino todo atisbo de ambición personal, que creen que nada en el mundo vale la pena sino el mirar más allá, más adentro, más arriba, buscar y reconocer las huellas olvidadas e indicar y recordar a la especie humana el único camino verdadero, que además de éste mundo hay otro, a elevar los pensamientos de la raza humana de la monotonía del día a día hacia las alturas de lo diáfano y perfecto. Ésta es mi labor, como dijo mi hermano Martín: “Éste es el trabajo que Dios quiere que haga, y si le agrada, Él lo bendecirá”.

E aquí una evidencia del sello de Dios en las labores de aquellos que trabajan en la meditación, reflexión, escritura y disertación, en que Dios “lo bendecirá”. Esta bendición tiene una magnitud poco comprendida. La bendición prometida como signo de aprobación, confirmación y protección no se mide en términos de beneficio para el trabajador, que ciertamente muy pocas veces goza de un pasar holgado y en paz, sino que la bendición se mide en términos de la influencia e impacto de su labor, a la vez ésta influencia e impacto debe considerarse cualitativamente, que es de más valor en el reino de la gracia. Si el trabajador abriga expectativas cuantitativas desnaturaliza su misión y se rebaja al nivel de los simples, comunes y perversos. La expectativa cualitativa se condice con las afirmaciones escriturales respecto a la noción de remanente (Apoca. 12:17; 20:9) en contraste con la realidad de las mayorías indiferentes (Mateo 24:37-39; Apoca.12:9; 20:8)

Ésta es mi labor, estudiar y pensar es mi trabajo, a esto fui llamado y demoré décadas en convencerme, ¡pero el Espíritu de Dios es más sabio y hermosamente perseverante! He caído rendido a sus insistencias y aquí estoy, escribiendo estas reflexiones. Sí, Ésta es mi labor y me mantengo firme meditando en la naturaleza de la misma, para que en cada experiencia ésta sea confirmada y bendecida, para que conserve por la voluntad de la divina providencia su legitimidad de origen, siempre dotada de autoridad de lo alto y reconocida como genuina entre la Ekklesia. "Dichoso aquel siervo, a quien, cuando su señor vuelva, lo encuentre haciendo así” (Mateo 24:46)

Respecto a las opiniones de las masas embrutecidas que no cuentan con las herramientas sapienciales mínimas para discernir mi labor, mi más tierna y comprensiva consideración por su actitud, sepan ellas que no han afectado hasta el momento mi animo y convicción, no por que en mi exista una fortaleza mitológica, sino justamente lo contrario, por mi absoluta dependencia de mi amo, quien me llamo a trabajar a su campo, el se encarga como dueño y Señor de cuidar lo que le pertenece, la seguridad, fortaleza y mantención de su patrimonio incluyéndome a mí corren de parte de Él, yo sólo obedezco el llamado, quien ose atentar contra lo que es de su propiedad debe vérselas con él, en cuanto a mí, no me perturban las amenazas de linchamiento público, y si me hacen un rasguño, mi amo retribuirá a su debido tiempo, Él es bueno y justo.

“Sabemos que todas las cosas obran para el bien de los que aman a Dios, de los que han sido llamados según su propósito” (Romanos 8:28)

Y sí, éste es mi trabajo, reflexionar, escribir, educar, y bendecir. Si no puedo hablar, escribiré, sino puedo viajar, meditaré, pero he sido llamado a trabajar y es lo que hago…